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«Es un atropello a nuestros derechos. Tenemos que pedir permiso para entrar en casa. Ruidos de motores, olores de gasoil, concurrencia de personas en nuestra propiedad y a veces gente que orina en los rincones. Esto es inhumano». Así se expresaba Cristina Martínez, una vecina de Cala Rajada que se siente afectada desde hace un año por el cambio de la parada de autocares de línea regular en la Plaza Castellet justo delante del bloque de edificios donde ella habita.

Martínez habló como vicepresidenta en nombre de los vecinos del edificio.

«No podemos respirar ni dormir. Ni siquiera podemos tener las ventanas abiertas. Tenemos que estar encerrados en nuestra casa como si fuéramos delincuentes».

Martínez ha hecho llegar las quejas al alcalde de Capdepera, Joan Ferrer, a la Conselleria de Transports e incluso al delegado del Gobierno, Ramon Socías. Este le remitió un escrito alegando que no tiene competencia en este ámbito.

«Estamos desesperados. El alcalde no nos hace caso. Agotaremos las vías administrativas y después tal vez tengamos que acabar en los juzgados», concluyó Martínez.