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U.WERTHWEIN/R.WERTHWEIN
Día de Todos los Santos. Una visita a dos cementerios del pueblo. Profusamente casi exgeradamente adornados con flores, plantas, iluminarias. Todo limpio y pulido para el día de la fiesta de los difuntos. Con cantidad de ciudadanos que se dan cita en tan señalada fecha junto a las tumbas de sus familiares. Que contraste. Visitamos el antiguo cementerio de Binissalem (1832). Abandono total. Después de varios intentos anteriores, así mismo lo encontramos con la puerta abierta hacia la carretera. Sus altos muros y la puerta de hierro cerrada con cadena y candado anteriormente habían impedido la visita. Tampoco hoy se puede ir hasta las tumbas. Una barrera de hierro, una señal de tráfico en la portezuela, cadena y candado privan el paso.

En el pasillo hacia la capilla hay un rincón con apenas una docena de ramitos de flores. Dan testimonio de que «alguien» ha venido, alguien se acuerda de algún familiar, cuyos restos descansan aquí desde hace muchos años. Junto a la capilla hay lápidas de piedra en la pared que citan principios de mil ochocientos como fecha de entierro. El resto del camposanto queda a la vista desde la verja, Abandonado. Incluso la caseta de obras está deteriorada.

Hubo un intento de recuperación a través de una escuela de trabajo, como consta en el espectacular cartel de la entrada. Un principio de buena voluntad para una restauración que se ha quedado a medio hacer, justo recién empezada. Una lástima de abandono total.