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Tres décimos de la Lotería convirtieron en millonarios a Eugenio Hidalgo Garcés y a su hermano, Carlos. Fueron agraciados en un sorteo de Navidad y del Niño consecutivas, a mediados de la década de los noventa ¿Mucha suerte o algo más? Esa es una de las líneas de investigación que estudia seguir el fiscal anticorrupción, Joan Carrau, para desentrañar la Operación Voramar abierta el pasado lunes.

El blanqueo de dinero fraudulento a través de los décimos de Lotería es algo habitual entre empresarios con pocos escrúpulos, y una manera sencilla de «lavar» grandes cantidades, siempre opacas a Hacienda.

Un abogado explicó a este diario que los décimos son títulos al portador, no nominativos, y que se pueden adquirir con facilidad acudiendo a las redes de blanqueo de dinero. El empresario ofrece más dinero al afortunado poseedor del décimo premiado, éste obtiene una ganancia «limpia», y su ocasional socio, dinero inmaculado.

Eugenio Hidalgo siempre ha recordado en su círculo de amistades que ya ganaba bastante dinero al frente de las concesiones de los coches de las marcas Opel y Renault, y que los décimos premiados (con más de 600.000 euros) sólo consolidaron una desahogada posición económica. En todo caso, lavar dinero fraudulento en la década de los noventa, antes de la entrada en vigor del euro, era relativamente sencillo.