«Son de verdad, son de verdad». Pasaban dos minutos de las doce del mediodía cuando saltaba la voz de alarma. Entre los patitos de goma que lanzaban los organizadores oficiales de la tradicional suelta de patos de Can Picafort, navegaban ayer dos pequeñas barcas de color amarillo con aves vivas a bordo. Con los rostros enmascarados y a pecho descubierto, los espontáneos tentaron a la suerte y lanzaron una docena de patos mientras miles de personas les jaleaban desde la playa.
«Eso son patos y no los de goma, con dos cojones», decía un picaforter. Esta era la segunda edición en la que la tradicional suelta de patos vivos de Can Picafort se transformaba oficialmente en una suelta de patitos de goma, pero la edición del año pasado, la de mayor asistencia de público de los últimos años, había dejado un sabor agridulce entre los picaforters de toda la vida. Hace solo unos días un concejal comentaba en un circulo privado, «esto no es una suelta ni es nada, estoy deseando dejar de ser concejal para poder lanzar patos de nuevo». Ayer, contemplaba desde la orilla con una sonrisa en los labios la «hazaña» de sus vecinos.
El Ajuntament, organizador de la suelta de patitos de goma, se mantenía ayer al margen de la polémica. «¿Han lanzado patos vivos? Yo no he visto nada, estaba tomando un café.», comentaba el regidor de Fiestas, Nofre Plomer (CPU) a quien pudimos ver en ediciones pasadas dentro del agua y con un pato en la mano. La utilización de animales vivos en fiestas populares con menos de cien años de antigüedad está prohibida expresamente por la ley de protección de los animales.
Durante la última década el Ajuntament de Santa Margalida ha mantenido en su programa de fiestas la tradicional suelta de patos, que se celebra cada 15 de agosto pero las multas millonarias aumentaban cada año e incluso llegaban rumores de responsabilidades penales de la clase política si continuaban reincidiendo a sabiendas de que violaban la ley.
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