En la urbanización de Cala Romántica se sigue construyendo a todo ritmo incluso en los meses de verano. Foto: J. SITGES

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Un centenar de viviendas adosadas se están construyendo dentro de la torrentera de s'Estany de'n Mas, en la urbanización de Cala Romántica en el término municipal de Manacor. Aun cuando una normativa municipal obliga a parar todas las obras mayores de las zonas turísticas durante los meses de verano, los vecinos de Cala Romántica deben convivir con grandes camiones, grúas, andamios y hormigoneras. Según dicen los que habitan, el polvo y el ruido han acabado con la tranquilidad que hasta hace bien poco caracterizaba la zona.

Este verano, Bernat Amer, el regidor que gestiona el área de Urbanismo en el Ajuntament de Manacor, ya ha paralizado temporalmente cuatro construcciones que hubieran podido molestar a turistas y residentes. Por esto, los vecinos de Cala Romántica se quejan del trato desigual que reciben. Aunque Amer ha visitado la nueva urbanización diversas ocasiones, y no ha hecho nada porque se paren las obras durante este verano.

El hotel El Dorado es uno de los establecimientos que está más cerca de las obras. «Las quejas de los clientes son continuas, por esto estamos pensando en denunciar los que son responsables de que las obras continúen» se queja Michele Selvaggio, el director del hotel. «El Ajuntament dice que esto no es una obra mayor pero no creo que haya alguna de más grande en toda la Isla», añade Selvaggio.

El restaurante Los Olivos, situado a la carretera que separa la antigua urbanización de la que se está construyendo, ha perdido uno de los sedes atractivos: la garriga que, desde el comedor, podían contemplar los clientes. Ahora sólo se ven camiones y movimientos de tierra.

«Muchos turistas lamentan que se permita edificar de este modo, yo los dique que vale más esto que no un hotel de quince pisos», ironiza José Rubio, el encargado del restaurante. Él, como otros muchos vecinos, se queja del ruido y el polvo que generan las obras. Pero no todo son quejas, Maria Gómez ha podido tener su tienda abierta todo el año gracias a los centenares de obreros que trabajan en Cala Romántica. Gómez es consciente de que las nuevas casas pueden comportar nuevos clientes pero aun así no entiende cómo se han podido hacer tantos chalets de golpe, «yo no creo que estas 200 viviendas se vendan fácilmente, si una cosa sobra aquí son casas vacías», critica Gómez.