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GUILLEM MAS La crisis que azota al sector de los tejares de Vilafranca ha provocado en los últimos seis años un goteo de cierres de estas industrias. De las catorce teuleres registradas en 2002, a día de hoy ya sólo quedan en funcionamiento tan sólo cuatro. Su supervivencia tampoco está asegurada.

Uno de los tejares que resiste es la Teulera Mascaró. Su gerente, Gori Nicolau, explica cuáles son los motivos que han provocado esta situación. El motivo principal es la llegada de material procedente de la península que compite con empresas familiares como las de la Vila, a lo que hay que añadir la otra competencia que realizan las semigrandes industrias de Mallorca.

Y es que mientras los tejares tradicionales de Vilafranca fabrican 5.000 tejas al día, estas grandes fábricas producen unas 250.000.
Otro dato a tener en cuenta es que las semigrandes empresas de Mallorca han iniciado durante los últimos años la producción de artículos que antes sólo se fabricaban en Vilafranca como rajoletes de terrat, bovedillas o tejas.

El encarecimiento del precio del combustible durante los últimos tiempos también ha ayudado al cierre de estas industrias. Con todo, Nicolau apunta que «los tejares que resistimos nos hemos tenido que adaptar y convertir al biocombustible como la cáscara de almendra o derivados de residuos forestales, unos residuos que se nos tendrían que presentar en un mejor formato ya que así también contribuimos con la limpieza forestal sin contaminar, respetando el medioambiente».

Los que no se rinden es porque se han modernizado como en la Teulera Mascaró donde ya han modernizado la fabricación de las tejas, automatizando el proceso.

Calidad
Además, Nicolau afirma que «para intentar ser competitivos nos hemos tenido que adaptar para conseguir que nuestros productos tengan un certificado de calidad con diferentes sellos», aunque es poco optimista «ya que la llegada masiva de material de la península acabará con todos nosotros, esto se debería de regular».

A pesar de todo, el producto vilafranquer fue muy apreciado por los alemanes cuando construían sus segundas residencias en la Isla. «Las tonalidades de la cerámica de Mallorca es muy apreciada» sentencia Nicolau.

Así, una de las posibles soluciones sería poder aumentar el precio de los productos, que hace 10 años que se estabilizaron, o buscar otras actividades para las infraestructuras.