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GUILLEM MAS Una plaza abarrotada, gritos de Banya Verda y Cossiers, el son de las xeremies, la subida de los Cossiers al escenario y se hace el silencio. Al séptimo toque del tamborino, empieza la danza. ¿Es todo igual que siempre? No. Este año se produjo un cambio. Los Cossiers de Montuïri abandonaron ayer los pantalones azules y la camisa blanca para salir a corro con su vestido tradicional: cascabeles, pantalones de bufes, gonella, la punta, el capell con la macada y en las manos los ramos de albahaca y los pañuelos que peinan el aire del pueblo impregnando las calles con el olor que caracteriza cada Sant Bartomeu en Montuïri.

«Flor de Murta» fue la primera danza, a la que siguieron «El Rei no podia», «Obriu-mos», «La gallineta rossa», «Dansa nova», «Mestre Joan» y, por supuesto, las corridas del Dimoni. Todos estos ingredientes marcaron un año más el inicio de las fiestas de Sant Bartomeu.

A propósito del cambio de vestimenta para el baile de la Mare de Déu, estos últimos días en Montuïri ha habido comentarios para todos los gustos. Para unos, el cambio es lícito sólo si no se repite en los siguientes años, ya que estas fiestas son las últimas en las que han bailado los actuales Cossiers. Para otros, ésta es una decisión buena para la fiesta, aunque también está el sector que cree que con este cambio se ha roto con la tradición. Una tradición, precisamente, que años atrás uniformó a los Cossiers de Montuïri con zapatillas Victoria, pantalón azul y camisa de cuello blanca.