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A. POL/E. BALLESTERO/ V. M. L. Como un colegio normal, pero como si fuera de juguete. Decenas de escolares han comenzado su curso en aulas prefabricadas, mientras se construyen sus centros definitivos. Como toda clase tienen pizarras, pupitres, perchas para los abrigos, calefacción y hasta aire acondicionado. Lo único que no tienen es ladrillos. Los estudiantes del colegio público de Binissalem están ya acostumbrados. Llevan ya cuatro años en aulas prefabricadas. Desde el curso 2004-2005, la Conselleria d'Eduació ha instalado todos los veranos dos nuevos módulos en el patio. Este año, ante el poco espacio que quedaba para el recreo, se han ubicado en la calle.

«En las aulas prefabricadas se puede dar clase en buenas condiciones», señala Miquel Sastre, profesor de inglés en dicho colegio. «Incluso son más espaciosas y están más preparadas, en algunos aspectos, que otras aulas interiores que en su día se partieron para albergar a dos grupos en un mismo espacio». Preguntado sobre cómo se lo toman los chavales que reciben clases en ellas, Sastre dice que «nada mal, sino más bien con abnegación. A veces incluso hacen broma, como unos chicos de quinto que ayer comentaban con sus compañeros: 'Nosotros estamos en los chalets de aquí afuera'», en referencia a las dos que están en la calle.

Sí que son aulas nuevas en el Port d´Andratx y en Llucmajor. En el primer caso, las aulas se han colocado en el patio del viejo colegio, un edificio construido en 1948 y completamente obsoleto. Aunque todavía está la pizarra por el suelo y los técnicos instalaron la luz el lunes en el último momento, alumnos, padres y profesores están contentos con el cambio.