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FRANCISCO BARRASA
Tras la denuncia sobre el pésimo estado de conservación de la finca pública Raixa, vecinos de Bunyola y entidades conservacionistas como Grup d'Amics en Defensa del Medi Ambient (GADMA) llaman la atención sobre «destrozos medioambientales» en Raixeta, el predio contiguo de titularidad privada.

«Se trata de modificaciones del suelo, obras en el torrente, cierre de un camino público y un presunto edificio para usos agrícolas que tiene una indudable apariencia de chalé para veranear», señala Bernat Fiol, portavoz de GADMA.

Las denuncias públicas de vecinos de Bunyola y de GADMA sobre cambios en la fisonomía, suelo, camino y torrente públicos que atraviesan Raixeta se iniciaron a finales de 2005.

Ya entonces, Fiol se refirió a la deforestación -sin limpieza ni compostaje posteriores- de varias hectáreas de la finca, con un permiso del Consell insular para recuperación de cultivo, como «una incongruencia total, pues hace varias décadas que nada se cultivó allí, mientras la maniobra del propietario suena más al cobro de subvenciones o a levantar una casa».

Los denunciantes constatan, tres años después, que «en efecto no hay bancales ni cultivos recuperados y sí en cambio un edificio que si fuera para usos agrarios sólo cabría decir que merece la pena ser una cabeza de ganado y disfrutar de él».

Según Fiol, «la desidia de las Administraciones es total, pues a lo anterior, y todo a simple vista, cabe añadir el destrozo salvaje en el cauce del torrente que pasa por la finca y el desvío del camino público que viene y va a Raixa».