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J. SITGES/J. SOCIES Los agricultores y ganaderos forman un gremio antiguo. Tal vez sea éste el motivo que hace que cueste modernizar sus procesos y cambiar la cotidianidad de un oficio que se trabaja con las manos y con la vista puesta en el cielo. Pero en Porreres saben desde hace medio siglo que los cambios son necesarios y que, con un esfuerzo común, son más fáciles.

Hace poco más de 50 años un grupo de agricultores del pueblo pensaron que su trabajo sería más efectivo si se unían y compraban juntos lo que necesitaban y vendían conjuntamente sus productos.

Ése fue el principio de la constitución de la Cooperativa Agrícola y la Caixa Rural de Porreres, una denominación que desapareció en 1979 para transformarse en la actual Cooperativa Agrícola de Porreres.

El primer producto que produjo y distribuyó la cooperativa de Porreres fue la sobrasada. Tiempo después l'albercoc sec -el orejón- se convirtió en su producto más identitario, un fruto seco «que actualmente es apreciado desde la Península hasta EE UU pasando por Europa», según explica Antoni Martorell, presidente de la entidad desde hace 18 años.

«De hecho hablar de albaricoques en Mallorca ha sido, y es todavía ahora, hablar de Porreres y de su cooperativa», reconoce Martorell.
Pero no hay que olvidar que la innovación ha sido constante. Así, a medida que el sector primario ha evolucionado, han nacido la sección hortofrutícola, la de productores lecheros con la recogida finca a finca, o la de los frutos secos, que ha crecido año tras año. Pero la cooperación de los labradores y ganaderos de Porreres no sólo existe entre los socios. La entidad ha apoyado y ha favorecido la creación de otras cooperativas, como la de Sa Mola.

Antoni Martorell reconoce que «más allá de la regulación de precios o la defensa de los bienes patrimoniales colectivos, sin duda el factor humano ha sido lo que más ha contribuido al éxito».

En definitiva, la cooperativa de Porreres es una fórmula productiva que se puede tener en cuenta en este tiempo de crisis.