Como ya es tradición, el núcleo de es Llombards, en Santanyí, celebró su Festa des Tondre, en la que medio centenar de esquiladores demostraron las técnicas a la vieja usanza, con tijeras, rapando unas veinte ovejas.

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A.POL/G.VICENS/E.BALLESTERO Un primer domingo de mayo en la Part Forana es sinónimo de ferias. Y de concurrencia si el buen tiempo primaveral, como sucedió ayer, acompaña. El turno tocó a la sineuera Fira de Sant Marc, a la Festa des Tondre, en la costanera localidad de Es Llombards, y a la entrañable Festa des Jai, en Búger.

Una de las ferias más importantes de Mallorca de las que se celebran en primavera es la de Sant Marc, en Sineu. Lo avalan razones históricas, su merecido prestigio y la gran afluencia de gente que reúne año tras año. Ayer no hubo excepción y desde primera hora de la mañana miles de visitantes acudieron al pueblo para pasear por la Fira, ver de cerca los animales de la rica exposición ganadera y, quizás, almorzar un sabroso frit o cualquier otro plato propio de la cocina mallorquina en alguno de los numerosos cellers que conserva el pueblo.

La remodelada plaza del Fossar volvió a convertirse en el punto más concurrido. En ella y en las calles adyacentes se montaron las exposiciones ganadera y de maquinaria agrícola, principales atractivos de la feria.

Prueba de la tradición ancestral de la Fira de Sineu es la Festa del Jai, que desde hace 30 años celebra el vecino municipio de Búger. Regreso de los abuelos
La Obra Cultural Balear rememora con esta fiesta los tiempos en que los niños esperaban en las proximidades de Búger a los abuelos que de regreso de la Fira de Sineu les traían golosinas.

Un año más el núcleo de es Llombards, en Santanyí, acogió la Festa des Tondre que congregó a unos cincuenta expertos tonedors del término municipal que esquilaron una veintena ovejas, y lo hicieron a la antigua usanza, es decir, con tijeras.

Ésta es la octava edición de la Festa des Tondre y cada año son más las personas que se acercan a es Llombards para ver el espectáculo que sirve para que no se pierda una tradición. Parece que esto está garantizado pues el más joven tonedor tenía poco más de 13 años y el mayor pasaba los 80. Tras la demostración hubo música y una paella en la plaza d'es Pou.