Las notas musicales de las xeremies, el flabiol y el tamborino aceleran el ritmo y con ellas se aceleran los pasos de los cossiers y también la emoción del numeroso público congregado en el exterior de la iglesia de Algaida aumenta drásticamente. La melodía anuncia el esperado baile final, «Titoieta», que acaba, como siempre, con la victoria del bien, encarnado por los cossiers, sobre el maligno dimoni, personificado por Mateu Joan.
Y es que ayer, un día nublado en pleno julio, fueron muchas las familias que prefirieron presenciar las ancestrales danzas algaidines a pasar el día en la playa. Así las danzas ancestrales exhibidas en el día de la festividad de Sant Jaume entusiasmaron ayer a los asistentes algaidins y foráneos.
Protocolo
Los seis cossiers, la dama y los xeremiers llegaron poco antes de las once de la mañana al Ajuntament para, como manda la tradición, preceder a las autoridades en el camino hacia la iglesia parroquial. Junto al alcalde, Francesc Miralles, se encontraba el president del Govern balear, Francesc Antich, que como buen algaidí no quiso perderse las arraigadas celebraciones de su pueblo. Les acompañaban el conseller insular de presidència Cosme Bonet y los concejales del consistorio.
Por supuesto, el aroma de la albahaca y las carreras del dimoni ambientaron la fiesta que se vivía en las calles céntricas de la localidad. Pero los auténticos protagonistas, junto al dimoni, fueron los cossiers Ricard Echevarría, Guillem Mascaró, Bernat Capellà, Xesc Cerdà, Celestí Oliver y Miquel Munar. Todos ellos junto a la dama Joana Maria Jaume y los músicos Alexandre Mulet, Mateu Mulet y Mireia Oliver hicieron perpetuar una tradición cuyo origen se pierde en el tiempo.
Pero las autoridades no terminaron su tarea. Poco después de que finalizasen las danzas de los cossiers asistieron a la inauguración de la nueva sala polivalente del Porrassar, un espacio para actividades socioculturales situado en el recinto deportivo del pueblo.
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