Los Dimonis de sa Pedrera escenifican un vistoso espectáculo que revive la tradición cristiana que relata las tentaciones a las que fue sometido Sant Antoni y que convierte Muro en un auténtico círculo infernal. | P. Pellicer

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Muro arde sometido a las brasas del infierno. El correfoc murer llenó anoche la Plaça del Ajuntament, tal y como manda la tradición, tomado por los Dimonis de sa Pedrera en un espectáculo de fuego de merecida fama en toda la Isla, un clásico de la víspera de Sant Antoni al que le toca competir con la vecina Nit Bruixa poblera.

La revetla murera comienza a las siete y media de la tarde, la víspera de Sant Antoni, cuando los dimonis y Sant Antoni abandonan el convento de Mínimos en dirección a la Plaça de l'Ajuntament acompañados por la banda municipal para una vez allí interpretar el Ball del Dimoni i Sant Antoni.

Hacia las ocho y media de la noche el espectáculo pirotécnico y visual, a cargo de los Dimonis de sa Pedrera en la plaza del Ajuntament supone el escopetazo de salida a los tradicionales foguerons, que se van diseminando por todas las calles y portales del pueblo.

Quien más quien menos vive la fiesta a lo grande acompañado de familiares y amigos.

Música, tambores, vídeo, fuego, brasas, bailes y fuegos artificiales, una combinación de lujo que los Dimonis de sa Pedrera dominan a la perfección, convierte cada año, coincidiendo la víspera de Sant Antoni, el centro de Muro en punto de encuentro de centenares de personas, no solo murers, sino amigos y familiares llegados de todos los puntos de la Isla para disfrutar del espectáculo y de los posteriores foguerons. Los demonios se tuvieron que hacer hueco entre la multitud que esperaba el inicio del baile, uno de los momentos más esperados por los niños.

El correfoc de Muro sigue escrupulosamente las medidas de seguridad, por lo que el público se concentra en el perímetro de seguridad de la plaça del Ajuntament de Muro. Una proyección audiovisual es cada año el hilo conductor de un espectáculo que va creciendo en intensidad hasta que el campanario de la iglesia simula arder bajo una espectacular cascada de fuego. Es el particular relato de las tentaciones a las que los dimonis someten a Sant Antoni, todo un juego de tiras y aflojas en el que inevitablemente cada año el bien siempre acaba venciendo al mal y Sant Antoni gana la partida.