Sus encantos no han sido este año suficientes para en tiempos de crisis garantizar la presencia de algunos artesanos que acudían anualmente a la cita y que en esta ocasión no mostraron sus productos.
Por lo demás, la feria, una de las típicas ferias de otoño al uso, con sus vehículos antiguos, sus muestras de animales (la de las artes de caza era espectacular), su gastronomía (la cooperativa payesa presentó su cordero envasado) y su excelente cantera de artesanos (pese al descenso participaron cerca de sesenta), congregó a miles de personas que aprovecharon la mañana del domingo para visitar el municipio.
Si algo diferenció la de ayer de la feria de otros años fue la oportunidad política a una semana de las elecciones generales. Todos los partidos disponían de un stand en el que repartir propaganda y la comitiva de autoridades superaba en número a la de otros años con candidatos como el alcudienc Miquel Ramis (PP).
El claustro de Sant Domingo, con menos puestos artesanos que en otras ocasiones, deslumbró con la construcción de una espectacular noria. Mientras que en el interior de la iglesia, como ya es tradicional, había telas, objetos de decoración, muebles, cristal... todo un escaparate de la calidad de los productos hechos a mano con el sello del diseño balear.
El programa de la feria se complementó con variadas actividades como la muestra de tiro con honda, organizada por el Club Foners de Sa Pobla o la exhibición del Club Trial. Como dice el alcalde de Pollença, Bartomeu Cifre (PP), en el programa de esta XXVIII Fira d'Artesania: «Puede ser que la feria haya perdido su objetivo primitivo pero ha sabido adquirir nuevos y es aquí donde Pollença ha demostrado que hace falta ligar la continuidad de la tradición con el espíritu innovador tal característico el siglo XXI».
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