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Hoy no toca hablar de mi historia familiar, la que me liga sentimentalmente a Magaluf desde que, de pequeño, acompañaba a mi padre a visitar los hoteles en los que familias y parejas de toda Europa veraneaban orgullosamente, frente a la isla de Sa Porrassa y una de las playas más hermosas del suroeste de Mallorca.

Tampoco toca volver a relatarles el proyecto de reconversión que desde hace tres años, impulsamos junto al Govern balear y el Ajuntament de Calvia bajo la denominación de “Calviá Beach , en cuyo marco ya hemos renovado 4 hoteles e invertido más de 80 millones de euros. Un proyecto actualmente en su 3ª fase, a la que deben seguir las fases 4ª y 5ª, atrayendo mayor inversión, mejora de la oferta y equipamientos, y creación de empleo.

Hoy no toca hablar como familia, ni como empresa: hoy toca hablar como el destino turístico que somos y que debemos cuidar entre todos, porque no es la cuenta de resultados de los hoteleros la única que sufre por su deterioro, sino toda una sociedad, que se vé arrastrada a un círculo vicioso de menos trabajo, temporadas más cortas, menor o nula rentabilidad e inversión, menor salubridad y seguridad, pérdida de la reputación, y en fin, abandono de la esperanza en un futuro más próspero.

Magaluf cada vez es “menos” Punta Ballena, como muchos estamos demostrando con hechos, en forma de hoteles extraordinarios y alternativas de ocio de calidad, atrayendo a otro tipo de clientela, que paga y que exige, haciendo una promoción también de calidad, y con apoyo de la inversión pública que en unos meses habrá transformado la segunda línea de playa con un espectacular paseo peatonal. Como el mismísimo Financial Times destacaba hace una semana en el reportaje titulado “ Magaluf Repackaged” (un nuevo envoltorio para Magaluf) viendo los nuevos hoteles, chiringuitos y locales de calidad y con marca que proliferan en el destino, y su entorno y naturaleza privilegiada, hablar de reconversión y de otro futuro para Magaluf no es, en absoluto, descabellado.

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Pero esa mínima porción de Magaluf que ocupa la calle Punta Ballena, que en metros cuadrados no representa ni su 5%, y con una aportación de riqueza insignificante en el conjunto, se empeña temporada tras temporada en arrastrar nuestra reputación, nuestra imagen, nuestros negocios, e incluso nuestra convivencia, por el fango más repugnante. Excesos de alcohol, sexo y drogas que en la sociedad digital se convierten en “trending topics” tan sugerentes como “Mamading en Magaluf”, “Balconing en Magaluf”, o “Shagaluf”, y que convierten a este destino a los ojos del mundo entero, en el paradigma del turismo más detestable, sucio e insano.

Creo que con los últimos escándalos, con empresas que promocionan prácticas denigrantes para las mujeres como las felaciones a cambio de bebida, se ha “tocado fondo”. Es hora de decir muy alto que no queremos a este turismo, que no nos compensa. Que si “eso” se ha convertido en el nicho de mercado elegido por una serie de empresarios para pasar una temporada más a costa del perjuicio de todos, pueden llevarse su nicho, y su patético “expertise” a otro lado. Que se queden los que quieran trabajar por un modelo sostenible y de futuro. Hasta podríamos decidir por votación popular que pueden llevarse también el nombre de la calle, una marca que tanto han denostado.

Pero es hora también de actuar, de no darles opción, para que los que busquen ese tipo de vacaciones, sencillamente no puedan encontrarlas aquí. Actuar legal, administrativa, y penalmente si hiciera falta. Y es, por supuesto, hora de contrarrestar con una activa campaña informativa y de relaciones públicas de parte de Magaluf, y de toda Mallorca, que Mallorca no es eso, que Magaluf no es eso, y que trabajamos para erradicarlo. Sin esperar a que acabe la temporada.

Pedimos que la codicia y ausencia de escrúpulos de unos pocos empresarios, si es que se les puede llamar así, no arruinen la reputación de Mallorca, especialmente en un mercado tan importante con el británico, ni la oportunidad histórica que tiene Magaluf para recuperarse de unos años de desgracia. No nos dejen solos.