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La iglesia y el claustro del convento de Sant Domingo de Pollença se convirtieron el domingo con motivo de la feria de otoño– «la Fira», como la llaman los pollencins– en un escaparate para el diseño y la artesanía de calidad.

El grueso de los expositores eran artesanos y diseñadores locales pero también había creadores venidos de Palma y de otros pueblos. Lo que más destaca es, sin duda, la calidad. «Al cumplir 25 años (la muestra de artesanía) le tuvimos que dar una vuelta porque la gente pensaba: ‘Lo mismo de siempre'. Pensábamos que dejarían de venir», explica el diseñador de Mestre Paco Jaume Cortès. «Pollença siempre va un paso por delante», añade Joana Far, de la herrería L'Encruia.

En la iglesia, un objeto llamaba especialmente la atención de los visitantes: un mueble tipo sofá hecho a partir de medio llaüt mallorquín. Delante, unas mesillas que imitaban la posidonia. Su autor es el también pollencí Lluís Magraner, de 8 ulls.

Más allá de las exposiciones, en esta edición de la feria se ha incrementado el número de actividades culturales, deportivas o sociales que la acompañan. Se programaron alrededor de sesenta, explicó el alcalde Miquel Àngel March. Otro aspecto a destacar es «el impulso» que se ha dado a la Plaça Major, donde se ha montado una carpa. La plaza solía quedar algo al margen de la feria.