Los vecinos de Santa Ponça hacen caso omiso a las prohibiciones impuestas por el Ajuntament de Calvià. Los residentes dan de comer a diario a los animales para evitar que se mueran de hambre. | Michel's

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Trump y Lucas son dos de los cerca de 200 patos que viven en el cauce del Torrent Galatzó, a su paso por Santa Ponça. Son animales muy dóciles y se han ganado el cariño y el aprecio de sus vecinos.

El problema surgió en abril de 2017, cuando inspectores del Ajuntament de Calvià visitaron la zona y comprobaron que la presencia masiva de estas aves podría poner en riesgo la seguridad del tráfico. Por ese motivo, antes de tomar decisiones más drásticas, decidieron colocar carteles prohibiendo a los vecinos que dieran de comer a los animales.

Durante los meses estivales, los turistas dieron de comer a los patos, saltándose por completo la normativa y prohibiciones municipales. Ahora, en invierno, son los propios vecinos los que se niegan a que los animales se mueran de hambre. «No puede ser que el Ayuntamiento cuelgue carteles prohibiendo alimentar a los patos pero tampoco les suministren comida. Quieren acabar con ellos y no lo vamos a permitir. Los patitos están muertos de hambre y van al burguer a pedir comida. Son tan buenos que hasta cruzan por el paso de cebra. Hay que salvarlos», apunta Adolfo Rueda, uno de los líderes vecinales de la zona.

Los carteles están colgados desde abril de 2017, pero el Ayuntamiento informó este lunes que durante todo este tiempo no se ha impuesto ninguna denuncia. La prohibición se base en la Ordenanza de Bienestar Animal del consistorio. Apunta a que no se puede dar de comer a los animales ajenos en la vía pública.