¿Cómo acabó un recién licenciado en la necrópolis de Son Real?
— Mi vinculación con Son Real y el Illot des Porros tiene su origen en una encerrona de mi director de tesis, el profesor Joan Santmartí. En 1993 comencé a preparar el doctorado sobre religiones ibéricas, pero Santmartí me advirtió que era un asunto complejo y me sugirió un proyecto en Mallorca. Él se puso en contacto con Miquel Tarradell, el primer arqueólogo que trabajó en la necrópolis de Son Real, y este no dudó en cederme toda la información que tenía, desde escritos a dibujos pasando por descripciones de las tumbas. La primera vez que ‘toqué' algo de Son Real fue en el verano de 1993 en la Fundació Bryan de Alcúdia, con los inventarios que Tarradell había hecho treinta años atrás. En 1995 comenzaron las excavaciones en el Illot des Porros.
Debió ser algo muy especial para usted.
— Siempre digo que el Illot des Porros juntó a una gran generación de jóvenes arqueólogos como Damià Ramis, Mateu Riera, Magdalena Salas, entre otros, o la restauradora Margalida Munar, que han desarrollado una fructífera carrera.
¿Cómo se pasó del Illot des Porros a la necrópolis?
— Cuando en 1998 acabó la excavación y la consolidación del islote, que luego quedó destrozado con el temporal de 2001, empezamos a excavar en la necrópolis y en la punta des Patró, donde se localizó el santuario. Trabajamos hasta 2002, pero se produjo un parón hasta 2007. De ahí no paramos hasta ahora, a excepción de 2011.
¿En qué estado estaba la necrópolis al comenzar?
— En un estado lamentable. Durante treinta años no se había hecho nada para su conservación e incluso entraban motos a hacer motocross. Había tumbas que se habían desmontado de forma intencionada y fue difícil arrancar. Primero delimitamos de forma más amplia la necrópolis y localizamos alguna tumba más. También hicimos algo que Tarradell no llevo a cabo de forma intencionado y consistió en la excavación de los exteriores de las tumbas para poder restaurar mejor las estructuras y darles más entidad. Fue un trabajo de delimitación y consolidación en un yacimiento que se nos escapaba de las manos; que se deshacía.
¿Cuándo localizaron los primeros cuerpos?
— Muy pronto. En 1999 localizamos dos tumbas más adosadas a las últimas excavadas por Tarradell en uno de los sectores y un año después encontramos dos cuerpos más. Pasaron unos años excavando pasadizos sin encontrar tumbas y a partir de 2012, cuando nos pusimos en serio con el extremo norte del yacimiento, nos encontramos con una gran sorpresa al hallar numerosas estructuras que no se veían en superficie al estar enterradas.
¿Qué efectos puede tener el cambio climático en la conservación de la necrópolis?
— La subida del nivel del mar ha hecho desaparecer un 30 % de la necrópolis que ya hemos perdido y cualquier tormenta violenta puede afectar al yacimiento. Son Real se encuentra ahora mismo en su momento de mayor esplendor, pero también en su momento más frágil.
¿Ve factible alguna obra para preservarla?
— Quizá alguna gran operación de ingeniería en el mar, pero es un asunto que sobrepasa a los propios restauradores y arqueólogos. No veo tampoco descabellada la opción de un traslado a una cota más alta, algo que ya se ha hecho en otros casos.
¿Qué ha supuesto para usted el hecho de haber estado presente a lo largo de toda la excavación?
— A pesar de que he trabajado en otros yacimientos, el de Son Real tiene una carga afectiva que no tienen los otros. Ha sido una satisfacción porque hemos continuado y acabado el trabajo que comenzó un arqueólogo de referencia como Miquel Tarradell, aunque también tengo que decir que ha sido un alivio porque se ha hecho muy largo y hemos pasado por momentos malos en los que parecía que no iban a continuar los trabajos.
¿Qué legado deja esta excavación a los investigadores?
— Ahora comienza la investigación de los trabajos realizados en los últimos tres años. Somos partidarios de ofrecer una información abierta de todo lo recopilado en la necrópolis en repositorios de acceso libre. Son Real da para mucho, desde la vertiente antropológica a la arquitectura funeraria o las relaciones sociales, el estudio de materiales y la biología... Queda mucho por investigar.
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