La más tradicional de todos los eventos de estas características que se celebran en el municipio y que sigue guardando un espíritu muy familiar, ya que al celebrarse en día laboral la mayoría de visitantes son vecinos campaners y parece que ninguno quiso ayer quedarse en su casa. Desde primera hora de la mañana, las calles que forman la arteria principal del callejero –Plaça, Convent y Santanyí– eran un hervidero de gente que, debido a la dificultad de guardar distancia de seguridad, sólo se despojó de la recomendada mascarilla para cargar pilas en la Granja Ses Voltes, el Café La Torre o en Sa Canova. «A Campos berenam de frit», recordaban a modo de lema algunos ilustres vecinos que también se apuntaron, dependiendo del gusto de cada uno, al frito de sang, cordero, safarnària (zanahoria morada), porcella, marisco o verdura ofertados en los mencionados ‘paladares', y en muchos de los casos rematado con el consabido rebentat de Amazonas, canya rossa o Tres Caires, el preferido del poeta Damià Huguet.
Tras el proteínico almuerzo llegó el momento de pasearse por las diferentes espacios del Mercat Matancer para hacer acopio de enseres y productos para el inminente inicio de la temporada de la matanza del cerdo, este año libre de restricciones y demás limitaciones. Como es tradicional, fueron numerosas las personas que pararon en el puesto Ca Na Mel para adquirir greixoneres y jarras de barro, elemento indispensable en toda matança. Quienes a estas alturas ya han fulminado la perxa del año pasado, en el tenderete de Embotits Artesans Coll pudieron cubrir con solvencia el déficit de sobrasadas botifarrones y camaiots. Entre los puestos de Maria Orell y Toni Coll, en el de la bodega Dalt Turó, la concurrencia halló refresco en un chato de buen callet.
El apunte
El helado de sobrasada y miel de Golafre causa sensación
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