Así, desde el episcopado explicaron que «los antecedentes de este inmueble y algunas de sus patologías eran conocidos a raíz de un estudio de una estudiante de arquitectura técnica de la UIB». En este sentido señalan que el análisis identificaba como «graves» alguna ruptura de viguetas en el presbiterio y edificios anexos, así como alguna grieta en la bóveda del presbiterio y las paredes laterales de la nave, pero no la grieta longitudinal de la bóveda antigua que, según todos los indicios, sufrió un colapso general por un defecto de estructura y arrastró el tejado tras de sí. De hecho, el Bisbat asegura que los daños «graves» se repararon hace cuatro años cuando se llevó a cabo una actuación, mientras que esta grieta así como otros daños evaluados como leves se iban «vigilando periódicamente».
Por otra parte, los bienes muebles que habían quedado expuestos ya han sido retirados y se está redactando un proyecto para poder retirar las ruinas y eliminar aquellos elementos inestables que no han colapsado. Después se abrirá una nueva fase para estudiar las posibilidades de conservación del bien garantizando su seguridad.
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