SENCELLES. Festa Embala't, fotos: Lola Olmo

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Los jóvenes de Sencelles lograron hacer vibrar a todo el pueblo con una nueva edición d’Embalat’, una fiesta que aunque culminó con la célebre batalla de agua y paja, contó con todo su protocolo. A las doce del mediodía, el público se concentró en la Plaça de la Vila, junto con la organización y los xeremiers, para dar inicio a los actos con la lectura del pregón, un honor que este año ha recaído en Toni Sans.

Tras las palabras inaugurales, tomaron el relevo los glosadors Guillem Suñer y Miquel Alorda, que recitaron la Glosa de l’Embala’t para dar paso al Cant dels Garbejadors majors, Felip Serra y Felip Alorda, y al Ball dels Garbejadors, representados por Clara, Victoria, Carlos y Pere Josep, de modo que los más jóvenes se integran en una fiesta que se celebra desde 2007 y que ya se ha consolidado.

Como explica Maria Bauzà, de la Comisió Embala’t, «todo el pueblo de Sencelles se implica mucho, hemos vendido 620 tiquets para la comida y 1.300 camisetas del Embala’t 2024 y los primeros dos días damos preferencia a los sencellers para que no se queden sin». Un buen equipo de cocineros voluntarios elaboraron los fideus de roter, mientras que las camisetas diseñadas por Paula Llabrés tenían de rojo todas las calles de Sencelles.

Uno de los momentos más divertidos fue el los juegos con Mobylettes, aunque este año se temía que hubiera menos ciclomotores porque previamente han tenido que pasar una ITV para asegurar que todos estuvieran en regla. Por ello, como novedad se incorporó un minitren turístico que transportó a los 50 afortunados que habían ganado un asiento por sorteo.

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La idea era que bajara el máximo de gente hasta el Pou Major para recoger y embalar dos grandes rollos de paja, que este año también lucieron la senyera, para subirlos por la tarde hasta el escenario de la batalla, la Plaça Nova. Los cavallistas de Sencelles se sumaron al Embala’t con un carro tirado por Fosca, que iba abriendo paso a la comitiva en el recorrido entre la plaza y el Pou Major.

Algunos empujaban, otros se subieron a las balas de paja como si fueran malabaristas tratando de mantener el equilibrio mientras el gran rollo iba rodando por el suelo, y absolutamente todos, a partir de las seis y media cuando comenzó la batalla de agua y paja, se entregaron a la locura entre música, risas y diversión, cubiertos de paja de pies a cabeza. Mientras, en el acceso por el polideportivo, Policía Local y Guardia Civil hicieron controles de alcoholemia toda la tarde.