Imagen de Miquel Coll, presidente de APAEMA.

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Miquel Coll (Pòrtol, 1976) ha aparcado su trabajo en el Servei de Patrimoni de la Universitat para dedicarse plenamente al cuidado de su plantación de olivos en Santa Eugènia y a la producción de aceite de oliva ecológico. Parte de su tiempo lo dedica a lidiar con los problemas que acechan al sector de la agricultura y concretamente a la producción ecológica desde Apaema. Entre otros, están la presión urbanística sobre el suelo rústico, el consumo desmesurado de los recursos naturales y los hábitos de consumo de la sociedad actual.

¿Por qué está APAEMA en contra de la macrogranja de gallinas?
— Porque representa un modelo industrial, desligado del tipo de agricultura que existe en Mallorca, que son las pequeñas y medianas explotaciones donde los animales se crían de modo extensivo y nos proporcionan alimentación de calidad. Estas macrogranjas destruyen el tejido primario con un gan consumo de territorio, agua y energía.

¿Cómo afecta la ‘llengua blava’ a la ganadería ecológica?
— De un modo muy serio, aparte de la pérdida de animales, el hecho de que los rebaños no se puedan mover de una finca a otra implica que no pueden pastar y hay que llevarles la comida a la finca donde estén confinadas. Pero ha sido un mal año para el cereal, apenas hay comida y mucho menos ecológica. Al final, la imprevisión de no tener vacunas, a quienes acaba afectando es a los ganaderos.

Ha dejado su trabajo en la UIB para dedicarse al campo a tiempo completo, ¿se arrepiente?
— Al contrario, ojalá hubiera dado antes el paso. Dedicarme por completo a la payesía me permite realizar las podas, tratamientos y recogida de aceituna con más tranquilidad; y poder conciliar con la familia.

Y además ha sido premiado...
— Estamos muy contentos, los dos monovarietales Olíric de arbequina y koroneiki han logrado medallas de plata en los Evooleum EVOO Awards 2024, quedando entre los top 20. Y el año pasado en EVO IOOC nuestro arbequina fue considerado el mejor entre los aceites españoles que concursaban, muchos de ellos muy reputados.

¿Qué le dice a los que piensan que comer ecológico es caro?
— Lo que sale muy caro es perder la salud. Es mucho más caro fumar o beber ‘cubatas’ y nadie discute el precio del tabaco o del alcohol. Es una elección personal entre lo esencial y lo superfluo. He leído que en 1970 una familia destinaba de media un 38 % de sus ingresos a la alimentación, hoy en día no llega ni al 18 %. Priorizamos gastar en otras cosas antes que en alimentos ecológicos y saludables, que son bastante económicos, pero que no vamos a encontrar precocinados en el supermercado, sino que van a requerir tiempo para elaborarlos. Los horarios laborales que tenemos tampoco facilitan tener tiempo para dedicarlo a cocinar alimentos frescos y saludables.

¿Podemos fiarnos de las etiquetas que dicen que un producto es ecológico?
— Totalmente. Hay muchos controles para garantizar que no haya fraude, con inspecciones frecuentes a los productores y a los elaboradores que puedan transformar productos ecológicos. Esta labor la realiza el Consell Balear de la Producció Agrària Ecològica (CBPAE) a un coste simbólico para el productor. Las ayudas que recibe de la administración para ello deberían ser equitativas al trabajo que hacen, pues solo en Mallorca ya superamos el millar de productores y elaboradores ecológicos.

¿Qué opina de la proliferación de chalets y parques solares?
— Si queremos que foravila sobreviva tenemos que eliminar los usos impropios del campo, como chalets y placas solares sin ninguna planificación. Los que poseen fincas grandes no tienen entre sus prioridades la explotación agrícola. Para el payés, no solo es imposible pagar el precio actual de las fincas, sino que en cada una se construye un chalet de lujo con su pozo y jardines, con un gran consumo de agua y trajín de coches. Es un modelo en el que grandes consumidores explotan los recursos de manera individual.

APAEMA cumple 18 años ¿cuáles son sus retos actuales?
— El más ambicioso es crear un centro de logística en una finca que compramos en Montuïri, para que nuestros payeses pequeños y medianos dispongan de unas infraestructuras que les permitan servir a grandes consumidores. Allí queremos centralizar nuestro obrador vegetal, el cual necesitamos reforzar; el servicio de cátering exclusivamente con producto eco y Km 0; las oficinas y salas de formación en las que formamos unos mil alumnos al año. También usaremos la finca para plantar cultivos experimentales que nos permitan evolucionar y adaptarnos.