Uno de los dormitorios preparado para acoger a mujeres necesitadas. | Pere Bota

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Se hicieron famosas durante la pandemia entreteniendo con sus glosas en redes sociales a los ciudadanos durante aquél encierro del Estado de Alarma que duró 65 días. Cuatro años después, las Hermanas Misioneras de los Sagrados Corazones de Jesús de Pollença vuelven a la actualidad. Lo hacen porque recuperan su «carisma primitivo feminista». A medida que se vacía su convento de religiosas, van habilitando estudios para mujeres vulnerables que precisan de una alternativa habitacional ante la crisis de la vivienda que tanto preocupa a la sociedad actual.

Fundado en el año 1921 en un momento de furor religioso en toda Mallorca, en el convento de las hermanas del Sagrado Corazón de Pollença hoy apenas quedan seis monjas. Cuatro de ellas tienen más de 80 años y las otras dos han llegado desde Ruanda para unirse a la congregación dispuestas a echar una mano en lo que haga falta. No en vano las hermanas de Pollença han tenido un papel solidario muy activo en Ruanda, país en el que siguen buscando padrinos de niños y niñas y financiando la construcción de centros educativos.

El el convento solo quedan seis monjas, cuatro de ellas de entre 80 y 91 años.

El «carisma primitivo feminista» (así lo definen ellas) de las hermanas de los Sagrados Corazones era «ayudar a la mujer». «Con el paso de los años nos metieron en la enseñanza para paliar la falta de profesorado y también en la sanidad. Ahora que esas dos necesidades están bien cubiertas queremos volver a nuestros orígenes y por eso estamos haciendo obras en el convento para ayudar a mujeres en situación de vulnerabilidad que por circunstancias concretas necesitan un espacio donde vivir», explica la hermana Sor Teresa.

En las antiguas instalaciones del convento, de la enfermería y de la vieja escuela infantil municipal, las hermanas alojan ahora a mujeres en situación de vulnerabilidad, sin medios para pagar el alquiler. «Algunas veces las manda el Ajuntament de Pollença, porque las han echado de casa y han estado un mes con nosotras o el tiempo que han necesitado hasta encontrar otra cosa», explican las monjas.

Desde hace seis meses tienen alojada a una señora que, debido a un recorte de jornada laboral, no tiene dinero suficiente para pagar un alquiler. La pasada semana el Ajuntament de Pollença les contactó por una madre con dos niños que también estaba en situación de emergencia. «Tuve que meter dos colchones», dice la hermana Teresa. «Teníamos cuatro o cinco habitaciones vacías en el convento, pero no tenían cocina y ahora estamos haciendo obras. Hemos dejado tres habitaciones y de dos hemos hecho comedor y cocina», dice la religiosa.

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Para salvaguardar las necesidades de privacidad y a la vez prestar el servicio de alojamiento en casos urgentes, las monjas colocarán nuevas puertas y cerrarán la antigua enfermería para separar las instalaciones que usan las religiosas de las habitaciones de sus huéspedes. Con el objetivo de sufragar el coste de las obras realizadas y continuar desarrollando proyectos en Ruanda las Hermanas Misioneras de los Sagrados Corazones celebran el próximo domingo 29 de septiembre de 9.30 a 14 horas su ya tradicional mercadillo solidario.

Con la ayuda de las nuevas hermanas que han llegado al convento, las monjas esperan seguir en Pollença muchos años. No en vano son las últimas religiosas que quedan en el municipio tras la marcha de las monjas de la Caridad hace unos años.

«Ahora somos seis hermanas. De las que estábamos siempre yo soy la más jóven y tengo 80 años. Hay otra de 88 y dos de 91. La llegada de dos hermanas ruandesas nos ha ayudado muchísimo. Van a trabajar al colegio de Palma pero, como hay profesoras de Pollença que bajan cada día, se van con ellas en días alternos y su compañía nos ayuda con el día a día y con todos los proyectos que llevamos como el Rebost Solidari.

Sor Teresa reconoce que «el convento de Pollença lo tenemos un poco mimado. Nos gustaría que durara mucho tiempo porque tenemos un papel muy activo en el pueblo», reflexiona. El historiador Pere Salas, autor del libro Germanes Missioneres dels Sagrats Cors de Pollença. Un compromís centenari, experto en la materia, explica que en 2021 se cumplieron cien años de la llegada de las hermanas de los Sagrados Corazones al municipio.

«A diferencia de lo que ocurre con otras congregaciones, su convento ha sido siempre un convento abierto, que tiene a la comunidad en su radio de acción. Se hacen llamar hermanas y no monjas, porque están al servicio de la sociedad, empezando siempre por las mujeres», relata el experto.

Recuerda que «en sus inicios hace ya 103 años, prestaban los servicios que demandaba la sociedad, hacían de maestras, de enfermeras... Ya desde principios del siglo XXI, a medida que ha pasado el tiempo, se han ido adaptando a las nuevas necesidades». «Al final esta reconversión que hicieron hace ya unos años (cuando el estado del bienestar ocupó lo que ellas hacían, principalmente la educación, la asistencia sanitaria y la atención a personas mayores) se han ido reinventando y superando así el problema de envejecimiento y falta de vocaciones religiosas. Eso les ha llevado a colaborar activamente con asociaciones y entidades. La fundación Cors Oberts, con sede en el convento, canaliza las ayudas a Ruanda», relata.

Salas coincide con las hermanas en que «su decisión de destinar parte del convento a ayudar a las mujeres necesitadas amplía su rango de acción y las devuelve a sus orígenes de atención a la mujer». «No sé si sería correcto llegar a calificarlas en origen de feministas porque originalmente estaban focalizadas en la mujer pero no desde un punto de vista de activismo social sino de acompañamiento espiritual». «Ahora sin embargo no tengo dudas del compromiso de hermanas como sor Alicia o sor Teresa con la mujer. Hermanas como Sor Alicia y Sor Teresa tienen una visión muy progresista de la vida y en cierto sentido feminista», concluye.