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Seis años después de la riada que se cobró la vida de de 13 personas y convirtió Sant Llorenç en un escenario de guerra, buena parte de los propietarios de las casas situadas en zonas de riesgo de inundación se han mudado a foravila y destinan sus antiguas viviendas del pueblo al alquiler turístico o las mantienen como segundas residencias.
Así lo explica el alcalde Jaume Soler en un municipio que estos días aún contiene la respiración ante las imágenes de la catástrofe de Valencia que refrescan en la memoria colectiva la torrentada del 9 de octubre de 2018. Actualmente hay 3.500 personas empadronadas dentro del pueblo pero hay 9.000 en todo el municipio.

Los que aún no han vaciado las viviendas más próximas al torrente muy probablemente deberán hacerlo en un plazo dos años. «En agosto terminó la redacción del proyecto para encauzar y ampliar el torrente de ses Planes que el Govern ejecutará previsiblemente en el año 2027. Requerirá de algunos derribos y remodelará los cuatro puentes que hay dentro del casco urbano. Se construirán también dos grandes balsas naturales (en Sant Llorenç y en tre Sant Llorenç y Son Carrió) siguiendo los consejos de los expertos, para prevenir que algo así pueda volver a suceder», detalla Soler.

La actuación en el torrente, junto con el proyecto de mejora del drenaje de la variante que el Consell planea ejecutar en 2025 y las obras de mejora de los imbornales en Sant Llorenç y en Son Carrió, darán cumplimiento a las recomendaciones de los especialistas que analizaron al dedillo las circunstancias de la torrentada del 9 de octubre de 2018.

El equipo de investigadores de la UIB, encabezado por el profesor de Geografía Física, Miquel Grimalt, realizó el estudio Climaris que identificó las causas que llevaron al desastre para intentar evitar en la medida de los posible que la situación se repita. Concluyó que varios puentes sobredimensionados actuaron como barreras al paso del agua reduciendo la capacidad del torrente en Sant Llorenç. Otras construcciones, muy próximas a este (algunas de ellas de gran tamaño) sirvieron para desviar el agua hacia el interior del pueblo, donde el líquido llegó a alcanzar cinco metros de altura en algunos tramos. Una vez en el pueblo el agua tampoco encontró salida para volver a su cauce.

En el mejor de los casos, la eliminación de todos los puntos negros que llevaron al desastre el 9 de octubre de 2018, quedarán resueltos nueve o diez años después de la catástrofe. «Es cierto que todo va muy despacio. Desde el Ajuntament hemos hecho nuestra parte, pero obras como la de los puentes o la carretera eran inasumibles para las arcas municipales. El Govern ha anunciado una inversión de 50 millones de euros», relata el alcalde.

¿Qué ha cambiado desde aquél fatídico 9 de octubre? El Ajuntament ha ido comprando y derribando en la medida de sus posibilidades parte de las infraestructuras que dificultaron el paso del agua y que incluso contribuyeron a que parte del flujo se desviara hacia el interior del núcleo urbano. Hasta el momento se han ejecutado dos proyectos para adecuar los imbornales en la calle principal de Sant Llorenç y en Son Carrió. «Tenemos un doble objetivo: evitar que el agua llegue al núcleo urbano y en el caso de que esto sea imposible, disponer de una red de imbornales con suficiente capacidad para desaguarla», reflexiona Jaume Soler.

«En el puente de Son Carrió se ha ampliado la canalización existente con este mismo objetivo», añade. Conscientes de que, a pesar de las medidas adoptadas, puede repetirse una gran riada, el pueblo ha instalado una alarma en el casal de Cultura que hasta ahora solo ha sonado una vez. Fue hace ahora tres años ante el desbordamiento del torrente de sa Blanquera.

«La gente bajó a ver cómo iba al torrente que es lo que no se tiene que hacer. Ni mover el coche, que es algo que se tiene que hacer previamente. Lo que hay que hacer es evitar salir a la calle, subir a las zonas altas y no moverse. En las escuelas explicamos este protocolo. También que hay que desenchufar los aparatos electrónicos y cortar el gas o que si estás en un vehículo hay que buscar una zona alta de forma inmediata. Si tienes vecinos mayores socorrerlos», dice el alcalde de Sant Llorenç.

«Vimos que a la gente le costó entender cómo actuar, a pesar de que tenemos aprobado un Plan de Contingencias frente a inundaciones con un protocolo claro», relata el alcalde. Por eso en los centros educativos del municipio se realiza también una importante tarea divulgativa. Los centros acogen talleres para concienciar sobre la riada y otros fenómenos meteorológicos incontrolables.

Jaume Soler, explica que hay rutinas que los vecinos ya empiezan a interiorizar como mover los coches a las zonas más altas cuando, como el pasado fin de semana, hay alerta de fuertes lluvias. La brigada municipal cierra calles y carreteras en los pasos más conflictivos. La Policía Local activa las herramientas para informar a los vecinos y también para rescatar si es necesario a las personas con movilidad reducida que tienen perfectamente identificados en sus domicilios». Todas estas medidas están recogidas en un Plan de Contintencia frente a catástrofes naturales.

A pesar de la dureza de lo vivido, se siguen en Sant Llorenç cometiendo imprudencias. «Hay que insistir mucho y no bajar la guardia porque también hay mucha gente nueva que ha venido al pueblo y que no vivió directamente la torrentada», reflexiona el alcalde de Sant Llorenç.