Pep y Jaume delante de algunos de los «mobylettes» que tienen. | M. À. Cañellas
Jaume y Pep Palmer son dos hermanos de 48 y 54 años que descubrieron hace casi dos décadas el amor por el Mobylette. Todo empezó, nos cuenta Jaume, con la muerte de su abuelo. Éste tenía un Mobylette y decidió quedarse con él para intentar devolverlo a la vida. Y a partir de aquí comenzó la quimera de ir coleccionando hasta llegar a la treintena que tiene en la actualidad, aunque no todos están totalmente restaurados. «Lo cierto es que es un entretenimiento caro, ya que una buena restauración puede llegar a superar los dos mil euros y eso sin contar las cientos de horas de trabajo y nunca llegarás a venderlo por lo que te ha costado. Muestra idea es hacer una colección de diferentes modelos, todos los que podamos».
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