El secretario general del Consejo de Europa (CE), el austríaco
Walter Schwimmer, lanzó ayer la alarma sobre la amenaza creciente
del racismo y la intolerancia y pidió un «nuevo impulso» para al
sistema europeo de protección de los derechos humanos.
«La estabilidad y la cohesión social en Europa se encuentran
gravemente amenazadas por el recrudecimiento del racismo y de otras
formas de discriminación y de intolerancia», dijo Schwimmer en la
apertura de la conferencia ministerial que conmemora en Roma los 50
años de la adopción del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
El principal tratado del Consejo de Europa define una serie de
derechos y libertades inalienables que los estados miembros deben
garantizar a sus ciudadanos, cifrados actualmente en más de 800
millones de personas.
Delegaciones de los 41 países miembros estudian durante dos días
los nuevos retos del Convenio, especialmente tras el ingreso en el
Consejo de Europa de la mayoría de países del antiguo bloque del
Este. En este sentido, el presidente del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, el magistrado suizo Luzius Wildhaber, advirtió
del riesgo de colapso que sufre este organismo, ante el exceso de
demandas. Está prevista la adopción de un nuevo protocolo que
prohíba toda forma de discriminación por motivos de raza, religión,
sexo, lengua u origen nacional.
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