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La intervención, que durará unas quince horas y en la que participa un equipo médico de veinte personas, supondrá la muerte de una de las dos niñas, Mary, pero permitirá una vida relativamente normal a su hermana Jodie. El proceso legal para su separación empezó el pasado mes de agosto, casi nada más nacer las pequeñas unidas por el abdomen, de tal forma que una de ellas dependía de la otra para vivir.

Ambas comparten una única espina dorsal, un único corazón y dos pulmones; Mary tiene el cerebro dañado y Jodie lo tiene normal; Mary, en fin, está agotando las reservas vitales de Jodie porque depende de su oxígeno y de la circulación de su sangre. Los médicos dijeron, desde el principio, que era imposible que ambas salieran adelante con tan limitados órganos vitales, por lo que aconsejaron la separación.

Los padres de Jodie y Mary, dos fervientes católicos de la isla maltesa de Gozo, se opusieron de entrada a la operación por motivos religiosos. En una decisión angustiosa para los tres jueces que intervinieron en el caso, el Tribunal Supremo de Inglaterra y Gales dio la razón a los médicos y falló en favor de la separación de las criaturas. Los padres decidieron no apelar.

Los padres de las niñas, cuyos nombres se han mantenido en el anonimato, serán conocidos hoy mismo porque han aceptado presentarse en un programa de televisión para recaudar los fondos necesarios para cuidar de su hija Jodie una vez que haya sido separada de Mary. Los expertos creen que la propia Jodie tiene un cinco por ciento de posibilidades de morir en la mesa de operaciones y que, en todo caso, tendrá, más adelante, problemas funcionales para salir adelante.