El Gobierno británico confirmó ayer el inicio del polémico
sacrificio de animales sanos para luchar contra la fiebre aftosa,
mientras que la enfermedad sigue haciendo estragos en todo el país
y los brotes son ya más de 300.
Pese al descontento de los granjeros, el plan del Ejecutivo para
exterminar animales sanos localizados a menos de tres kilómetros de
explotaciones infectadas se cobró el sábado la vida de 1.800
ovejas.
El ministro de Agricultura británico, Nick Brown, ha pedido la
colaboración de los ganaderos para frenar una epizootia que, lejos
de estar «bajo control», como él mismo ha repetido hasta la
saciedad, parece cada día más virulenta en un país con 312
casos.
«No podremos controlar fácilmente los brotes de la enfermedad si
la gente intenta resistirse a las medidas de inspección», afirmó
Brown. El ministro reiteró su apoyo a la iniciativa gubernamental
porque el propósito es eliminar «animales que han estado expuestos
a la enfermedad, pero todavía no muestran los síntomas».
«La gente se refiere a estas reses como animales sanos, pero
desconocemos si están a salvo del mal», explicó el titular de
Agricultura, que no descarta la participación del Ejército para
agilizar las labores de incineración. El veterinario oficial del
Gobierno, Jim Scudamore, reconoció que la actual situación es más
grave que la terrible epizootia de 1967, todavía presente en la
memoria del campo británico y que costó el sacrificio de medio
millón de animales.
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