Imagen del submarino en el fondo del mar de Barents.

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VICTORIA LÍNNIK (MÚRMANSK) Tras más de un año en las gélidas aguas del mar de Barents, el submarino nuclear ruso Kursk salió ayer de su tumba, a 108 metros de profundidad, y comenzó su última travesía a dique seco para su desguace. La barcaza Giant-4 comenzó a reflotar el Kursk a las 22.55 GMT del domingo por medio de 26 grúas y otros tantos cables de acero, en una operación que fue más rápida de lo previsto. Cuando el submarino estaba a 40 metros de la superficie, una hora antes de lo programado, la barcaza elevó sus ocho poderosas anclas y puso rumbo a Rosliakov, en el golfo de Kola. Varios buques de la Armada rusa se acercaron a la zona donde poco antes yacía el Kursk para que sus oficiales y marinos arrojaran flores al agua en homenaje a los 118 tripulantes que perecieron en el naufragio hace 14 meses.

Un portavoz naval declaró emocionado que la ofrenda se dedicaba especialmente a los siete tripulantes que quedan en el fondo del mar, dentro de la proa. En el primer compartimento de proa, que se seccionó hace un mes para evitar riesgos, estaba la sala de torpedos, la zona más afectada por las dos misteriosas explosiones que echaron a pique el Kursk en unos ejercicios militares el 12 de agosto del año pasado. La culminación de la arriesgada y colosal operación llegó en el día número 86 desde que el pasado 15 de julio un consorcio internacional iniciara los trabajos de rescate. Con un presupuesto calculado en 65 millones de dólares, más otros tantos para investigar las causas del desastre, desmontar los dos reactores nucleares a bordo y desguazar el submarino, la ingente obra estuvo a cargo de las empresas holandesas Mammoet y Smit. El plan milimetrado de salvamento incluyó seccionar la proa por medio de una sierra gigante y perforar en el resto del casco 26 agujeros para fijar 26 cables, de 25 centímetros de diámetro y 900 toneladas de resistencia cada uno.

El mando de la Flota del Norte ha encargado más de un centenar de féretros para enterrar a los 106 marinos cuyos cuerpos están a bordo y que no pudieron rescatarse en una primera operación de salvamento el pasado noviembre, cuando se hallaron doce cadáveres. El rescate con éxito del Kursk abrirá a su vez otra operación para intentar descubrir las causas de las dos explosiones sucesivas que echaron a pique el orgullo de la Armada rusa. Fuentes navales indicaron que tras el reflote del Kursk las brigadas de buzos recogerán del fondo varios fragmentos de la proa para estudiar las posibles causas del naufragio.