La Guardia Civil interceptó a una patera con dos patrones y 20 inmigrantes irregulares en Tuineje (Fuerteventura).

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El Juzgado de Menores de Murcia ha condenado a 28 horas de trabajos en favor de los inmigrantes a diez menores, de edades comprendidas entre los 13 y los 16 años, que en marzo de 2001 insultaron y agredieron a un grupo de marroquíes y ecuatorianos e incendiaron la nave en la que vivían, ubicada en la pedanía murciana de Alquerías. La Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de la Región, en sus conclusiones provisionales, había pedido que la condena fuese de cien horas, pero al inicio del juicio rebajó su solicitud tras el arrepentimiento de los jóvenes, indicaron fuentes judiciales.

Las fuentes añadieron que estos menores deberán cumplir la condena en un centro de atención al inmigrante que esté próximo al lugar en el que ocurrieron los hechos. En los incidentes participaron otros jóvenes además de los ahora juzgados, aunque no se ha podido demostrar su intervención en los mismos. En el transcurso de los hechos, tres de los inmigrantes resultaron lesionados como consecuencia de los golpes recibidos.

El presidente de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes en Murcia (ATIME), Mustapha Zine, calificó de «justa» la sentencia que ha condenado a 28 horas de trabajos en favor de los inmigrantes a los diez menores. Mustapha Zine elogió el arrepentimiento de los jóvenes y confió en que cambien totalmente su actitud hacia los inmigrantes tras contactar con estas personas y después de conocer de cerca sus diversos problemas, entre los que citó la falta de vivienda y el trabajo en el campo en condiciones de explotación laboral. Indicó asimismo que el problema de estos jóvenes es «que son víctimas de la educación que están recibiendo, bien del ambiente en el que viven o de dirigentes políticos locales».

Aseguró también que la comunidad de Murcia «no es una zona particularmente racista», si bien reconoció que en los lugares donde reside un mayor número de inmigrantes, como el campo de Cartagena o el valle del Guadalentín, sus habitantes afirman «que no son racistas, pero no quieren vernos cerca. Es otro tipo de racismo sin violencia». Criticó también la actitud de algunos empresarios agrícolas que a pesar de que está prohibido, continúan contratando a inmigrantes ilegales porque les resulta más barato y porque tienen más facilidad para explotarlos.