El papa Juan Pablo II no ofició
la misa de Domingo de Ramos celebrada ayer en el Vaticano debido al
persistente dolor artrítico en la rodilla que padece desde hace
semanas, aunque si la presidió y leyó la homilía, en la que hizo
una exaltación de la fidelidad.
Por primera vez en su largo Pontificado, Juan Pablo II tuvo que
renunciar a oficiar la tradicional Eucaristía en la explanada de la
plaza de San Pedro en una fecha tan señalada como la del inicio de
la Semana Santa.
Según fuentes vaticanas, el reumatólogo del Papa le aconsejó que
no sometiese a excesivos esfuerzos a su rodilla derecha, que ha
mejorado de los dolores de artrosis que padece desde hace un mes y
que aún persisten.
Las particularidades de la celebración de ayer, incluida la
tradicional procesión de las palmas y los ramos de olivo, llevaron
a los colaboradores de Juan Pablo II a convencerle de que el
cardenal vicario Camilo Ruini le sustituyera en el oficio.
Se decidió de esta manera que el Pontífice presidiera el acto
litúrgico y asumiera lo que se conoce como celebración de la
palabra, que permite al oficiante estar sentado, y que el cardenal
vicario se ocupara de la celebración eucarística, que obliga a
estar de pie. Ayudado siempre por el maestro de ceremonias, Piero
Marini, el Papa leyó la homilía con semblante cansado y algunos
gestos de dolor, pero con voz firme, en una mañana batida por un
fuerte y frío viento.
El sermón estuvo dedicado a los jóvenes, ya que ayer se celebró
la jornada mundial de la juventud a nivel diocesano, y se centró en
la fidelidad y la verdad. «La verdadera fuerza del hombre "dijo el
Pontífice" se ve en la fidelidad con la que es capaz de ser
testimonio de la verdad, resistiendo a las amenazas,
incomprensiones y hasta la persecución dura y despiadada».
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