Los Príncipes de Asturias tras la celebración de la deremonia religiosa.

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Poco después de las 10.45 horas y bajo una todavía fina lluvia, dio sus primeros pasos la comitiva real, encabezada por los duques de Calabria y a los que seguían los duques de Soria, las infantas Elena y Cristina junto a sus esposos, el Rey acompañado de su hermana mayor, Pilar, y el príncipe Felipe del brazo de su madre, la reina Sofía. En los doscientos metros que separan el Palacio Real de la Catedral de la Almudena, la Familia Real, y en especial don Felipe, recibieron las primeras muestras de cariño por parte de un público que desde primera hora de la mañana se había congregado en los laterales del Patio de la Armería. A ellos saludó repetidamente el Príncipe de Asturias, quien cubrió el trayecto sonriente en todo momento hasta que llegó a la puerta principal de la Catedral, donde fue recibido por el cardenal Arzobispo de Madrid y oficiante de la ceremonia litúrgica, Antonio María Rouco, mientras se escuchaba ya el himno nacional que había comenzado a sonar cuando el Rey accedió al templo. No pudo realizar el mismo paseo la novia (quien vistió un traje de color blanco roto, cuello en pico y cola bordada de 4,5 metros) debido a que la lluvia había comenzado a caer con fuerza, lo que motivó que, junto a su padre y padrino de la ceremonia, Jesús Ortiz, se trasladara hasta la iglesia en un Rolls Royce.

A la entrada la esperaban los siete niños que hicieron las funciones de pajes (los cinco nietos de los Reyes, una sobrina de doña Letizia y una nieta de los duques de Calabria), quienes también habían llegado momentos antes en un monovolumen y protagonizaron travesuras y escenas como la negativa a entrar en el templo del hijo mayor de la infanta Cristina, Juan Valentín. El Príncipe (con el uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, de color azul noche), recibió con un beso a la novia a los pies del altar y comenzó la ceremonia, en la que don Felipe se mostró más relajado que doña Letizia y le dedicó sucesivas miradas cómplices y sonrisas, que también intercambió con sus padres, don Juan Carlos y doña Sofía. En la homilía, el cardenal Rouco pidió a los contrayentes que tengan presente las necesidades de los más débiles y les recordó que su matrimonio exige un «plus de disponibilidad» al estar inserto en la historia de la Monarquía española.

A las 11.50 horas, don Felipe y doña Letizia pronunciaron la fórmula de compromiso que les convirtió en marido y mujer después de que el Príncipe pidiera la venia a su padre y este asintiera con la cabeza. Acto seguido, convertidos ya en Príncipes de Asturias, los contrayentes se intercambiaron las alianzas y las trece arras, momento en el que se produjo una de las anécdotas de la jornada, cuando una de las monedas cayó sobre las flores que adornaban el altar. La música de Tomás Luis de Victoria a cargo de la Orquesta de RTVE y el Coro Nacional acompañó todo el acto litúrgico, en el que los novios, tras comulgar, se hicieron numerosas confidencias y gestos de cariño entrelazando sus manos. La firma del acta matrimonial por parte de la pareja, de sus padres y los testigos, puso fin a la ceremonia y dio paso a la salida de los contrayentes, que saludaron a los invitados que permanecían en los bancos de la iglesia, antes de atravesar el arco de sables formado por compañeros de don Felipe en las tres academias militares.