El cortejo nupcial salió a pie, a las 10.45 horas, del Palacio
Real, cerrado por el príncipe don Felipe y doña Sofía, para
recorrer los 200 metros que separan el Palacio Real de la Catedral
de la Almudena. Momentos antes de llegar al templo, la lluvia hizo
su aparición y la comitiva fue protegida por paraguas.
Los duques de Calabria, el infante Carlos de Borbón Dos Sicilias
y Ana de Francia abren la comitiva que a las 10.45 horas salió por
la Puerta del Rey del Palacio Real antecediendo al príncipe Felipe
en su camino hacia el altar.
Un oficial de alabarderos de la Guardia Real, seguido de otros
cuatro alabarderos, encabezan el cortejo nupcial que fue recibido
con gritos de «¡Felipe, Felipe!» por parte de los miles de personas
situados en el Patio de Armas del Palacio Real.
Tras los duques de Calabria, la comitiva continúa con los de
Soria, la infanta Margarita y su esposo Carlos Zurita, tíos del
Príncipe; y sus hermanas, la infanta Cristina y su marido, Iñaki
Urdangarín, duques de Palma de Mallorca; y la infanta Elena y su
marido, Jaime de Marichalar, duques de Lugo.
El Rey, acompañado de su hermana mayor, la infanta Pilar,
antecede a su hijo, que camina junto a su madre, la reina Sofía,
mientras atraviesan, sobre una alfombra roja, el Patio de la
Armería.
El Príncipe y el Rey, que en algunos momentos miraba al cielo
con cara de preocupación, saludaron con la mano a los ciudadanos
congregados en el Patio de la Armería y poco antes de llegar al
pórtico de la Catedral la Reina fue cubierta con un paraguas al
caer las primeras gotas de lluvia.
Detrás de la Familia Real iba el jefe de la Casa del Rey, el
jefe del Cuarto Militar y el jefe de Protocolo y, cerrando el
cortejo, dos alabarderos. Durante el recorrido, que se prolongó
durante diez minutos, repicaron las campanas de la Catedral de la
Almudena, donde sonó el himno nacional a la entrada de la
comitiva.
El príncipe Felipe tuvo que esperar a la novia durante más de
veinte minutos, en medio de la nave central de la Catedral de la
Almudena, controlando el nerviosismo con la máxima serenidad
posible, con una sonrisa de complicidad con los invitados a la
boda, especialmente con sus familiares y amigos.
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