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MADRID. EFE.
Disparatadas cartas en cadena, curiosidades insospechadas, parodias
sobre el trabajo, y consejos y teorías sobre la vida misma, resumen
el contenido de «El gran libro de los e-mails», una recopilación
con la que Javier Inocencio trata de «compartir unas risas» con
material reenviado por Internet. Ha tenido que llegar la era de la
globalización para que alguien, en alguna parte, reflexione y
pregunte a su lista de contactos: «Si Superman es tan listo, ¿por
qué lleva los calzoncillos por fuera?», o incluya, en una
interminable enumeración de las ventajas de ser mujer, la de que
«los hijos que tengas siempre van a ser tuyos». Con más o menos
gracia e ingenio, la moda de reenviar hasta la saciedad estos
textos de nueva creación con una subjetividad personal implícita
más o menos compartida es ya una práctica extendida que invita a
unos a leer el correo de principio a fin, mientras que otros no
dudan en eliminarlos con un golpe de ratón. El recopilador del
libro, que edita Aguilar, invita a su lectura definiéndolo como «un
museo de ocurrencias anónimas, una sucesión de geniales disparates
coleccionados que no mejorará tu cultura, ni tu prosa, ni tu
autocompasión», pero que es la prueba de que «personas como tú y
como yo, en un momento dado, van y escriben una chorrada genial».
En estas páginas, un total de 184, se confirma la existencia de
personas con «Nombres increíbles, pero auténticos» como Antonio
Bragueta Suelta o Amparo Loro Raro; se enumeran «Doce bobadas para
no aburrirse en el supermercado», y «Treinta y dos maneras
divertidas de pedir una pizza por teléfono». También hay espacio
para las divagaciones lingüísticas que repasan la «riqueza del
lenguaje castellano, en el que una sola palabra, como por ejemplo
'cojones', posee múltiples acepciones», dependiendo de su
utilización y acompañamiento; y se enumeran los diez mejores usos
de la palabra «mierda» en la Historia universal.
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