El veto a diecinueve tipos de armas diferentes fue obra del
presidente Bill Clinton (1993-2001), como respuesta a algunos
tiroteos indiscriminados con estos fusiles, entre ellos uno en un
edificio público de San Francisco en 1993 que costó la vida a ocho
personas y dejó heridas a otras seis.
Los fabricantes ya se frotan las manos ante la perspectiva de
que las armas semiautomáticas, prohibidas desde 1994, se vendan de
nuevo.
Las armas de asalto son fusiles militares, como el
estadounidense M-16 o el ruso Kalashnikov. En su versión civil, son
modificados para que no sean totalmente automáticos, sino
semiautomáticos, es decir, que no disparen ráfagas sino una vez en
cada ocasión que se aprieta el gatillo.
El fabricante Beretta USA ya tiene en oferta dos cargadores con
la venta de ciertas armas, mientras que ArmaLite anima a los
compradores a que comiencen a hacer pedidos de los rifles que han
estado prohibidos todo este tiempo.
A pesar de que el presidente George W. Bush dijo que apoyaba la
prórroga de la prohibición, pero lo cierto es que ni la Casa Blanca
ni la mayoría republicana en el Congreso han tomado medidas al
respecto.
Su oponente, el demócrata John Kerry echó la culpa a Bush de
este lapsus, y acusó al presidente de facilitar el camino a los
terroristas.
Kerry recordó en un acto electoral el viernes que un manual de
entrenamiento de la red terrorista Al Qaida hallado en Afganistán
incluía un capítulo en el que se sugería a los terroristas comprar
armas de asalto en EEUU.
Se trata de «las mismas armas que los agentes de policía de EEUU
quieren fuera de las calles, no sólo para luchar contra el crimen
normal, sino para luchar contra los terroristas», afirmó Kerry.
El demócrata acusó al Gobierno de Bush de ceder ante la
Asociación Nacional del Rifle (NRA), que apoya con cuantiosas
donaciones la campaña electoral del presidente.
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