Unos 1.200 millones de musulmanes inician hoy en todo el mundo el
Ramadán, un mes de ayuno y devoción que una vez más se ve
ensombrecido por el terrorismo y la violencia que padecen varios
países islámicos.
Durante los treinta próximos días todos los musulmanes, excepto
las mujeres embarazadas, los enfermos y viajeros, deberán
abstenerse de comer, beber, fumar y mantener relaciones sexuales
desde el alba hasta la puesta del sol.
El periodo se iniciará después de que las autoridades religiosas
de Arabia Saudí, cuna del Islam y sede de los principales
santuarios musulmanes, anunciaron el miércoles por la noche que el
mes santo comienza hoy, tras lograr vislumbrar el «hilal» -el
cuarto creciente lunar- que marca el comienzo del ayuno.
Tras el anuncio, el resto de países islámicos seguirán la
directiva saudí, excepto Libia, cuyos líderes religiosos se
adelantaron un día -como habitualmente lo hacen- y declararon ayer
el inicio del mes sagrado.
El comienzo del Ramadán suele estar acompañado de exhortaciones
a la unidad de los musulmanes y el rechazo a la violencia y el
terrorismo, algo en lo que anoche hizo especial hincapié Ali Yoma,
mufti de Egipto.
«El Islam es inocente», proclamó esa autoridad religiosa, en
alusión a la imagen de fe agresiva que sobre el credo islámico han
proyectado los atentados y la violencia radical.
En ese sentido, no son pocos los musulmanes que creen que la
coincidencia del Ramadán a principios de noviembre con la Batalla
de Bader -la primera guerra santa islámica que tuvo lugar en el año
623 después de Cristo-, incite de nuevo a los extremistas a
incrementar sus ataques.
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