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EFE-MÓNACO

El principado de Mónaco entró ayer en una nueva era con la desaparición de su soberano desde hace casi 56 años, Rainiero III, al que dirigentes de todo el mundo han ensalzado en sus tributos póstumos como artífice de la modernización y proyección internacional del mini Estado mediterráneo. Su único hijo varón y sucesor, Alberto, de 47 años, hereda un Mónaco que nada tiene que ver con el que Rainiero recibió en 1949 a la muerte de su abuelo, Luis II.

Tradicionalmente lacónico en sus informaciones, en noviembre de 2004 el palacio se vio obligado a romper su silencio a raíz de un persistente rumor sobre el fallecimiento del príncipe, hospitalizado en aquel momento por una bronquitis. El mismo Alberto se indignó entonces públicamente de «los más diversos rumores» sobre Rainiero. Ayer, en una solemne declaración en la que anunció oficialmente el fallecimiento de Rainiero, el ministro de Estado (primer ministro) de Mónaco, Patrick Leclercq, se refirió al heredero como el «nuevo soberano, su Alteza Serenísima el príncipe Alberto II».

Desde que el Palacio anunció la muerte de Rainiero en la clínica donde había ingresado el pasado 7 de marzo, han llovido los homenajes de soberanos, jefes de Estado o personalidades de varios continentes a la figura del conocido como «el príncipe Constructor», pero también como «Padre» y «Patrón» por sus súbditos. Estos podrán rendirle un último adiós en la capilla ardiente en el Palacio, antes de los funerales del próximo 15 de abril, en los que se espera la presencia de decenas de dirigentes.