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La elección de Joseph Ratzinger como nuevo Papa ha suscitado reacciones diversas en todo el mundo, que pasan por la creencia general de que se comprometerá en favor de la paz pero que apuntan dudas acerca de si mantendrá su carácter conservador o introducirá elementos innovadores. El alemán se sienta ya en el Sillón de San Pedro como Benedicto XVI y existen algunas incógnitas sobre cómo afrontará los grandes temas de la Iglesia, a pesar de que en sus numerosos escritos se puede rastrear la respuesta doctrinal a múltiples cuestiones. No obstante, como responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger se ocupaba de asuntos concretos, mientras que como Papa amplía competencias ya que pasa a ser el jefe de la Iglesia y tendrá que establecer un modelo de gobierno para los miles de religiosos en todo el mundo. Eso implica organizar la Curia y las relaciones institucionales con las Iglesias nacionales, con la duda de si acometerá cambios. Asimismo, el Pontífice es también un líder político, con contactos frecuentes con gobernantes internacionales y cuya voz es escuchada con atención en relación con todos los conflictos.

Es en estos ejes en los que Benedicto XVI tendrá que marcar su línea de actuación y ver si mantiene el continuismo que muchos le suponen como uno de los principales lugartenientes de Juan Pablo II o aporta algún elemento de ruptura. Hay una convicción general de que en su Pontificado impulsará la paz, un elemento que se encuentra de manera relevante en sus escritos y también apoyado, aunque de manera más simbólica, en el nombre elegido, ya que Benedicto XV (1914-22) dejo oír su voz crítica durante la Primera Guerra Mundial como ningún otro Papa lo había hecho. La Santa Sede se ha caracterizado por favorecer el entendimiento entre palestinos e israelíes y ambas partes han reaccionado a la elección de Ratzinger con un llamamiento a que siga con esa labor de fomento del diálogo en Oriente Medio.