El jefe médico de Toronto, David McKeown, se ha esforzado desde el
primer día en transmitir un mensaje de tranquilidad dentro de la
gravedad de la situación. Señaló que «las seis nuevas muertes no
son nuevos casos» para reforzar que el brote está controlado y que
no se ha diseminado más allá de la residencia Seven Oaks.
El martes otras personas mayores murieron debido a una
enfermedad respiratoria causada por un virus sin identificar que se
detectó el pasado 25 de septiembre en la residencia. Las muertes
restantes fueron anunciadas durante el fin de semana.
Además, hay 13 trabajadores del establecimiento y cinco
visitantes también infectados con el virus. Las autoridades
sanitarias aseguran que el brote está bajo control, pero temen que
el número de muertos aumente en los próximos días y que puede que
nunca se sepa qué agente patógeno ha causado la infección, aunque
se desecha que sea del SRAG y la gripe aviar.
McKeown atribuyó ese número creciente de decesos a la delicada
situación de los afectados, personas entre los 50 y los 90 años con
complicaciones de salud propias de su edad.
«Todos estos ancianos habían sido previamente identificados como
casos y tenían condiciones médicas subyacentes», añadió
McKeown.
Pero la cadena de acontecimientos desde la semana pasada y la
actitud de las autoridades de Ontario guardan similitud con lo
sucedido en la ciudad, la más grande de Canadá, a mediados del
2003, cuando se empezaron a detectar casos del Síndrome
Respiratorio Agudo y Grave (SRAG). Entonces, un viajero transportó
la enfermedad de China hasta Toronto.
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