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AGENCIAS-MÓNACO
El príncipe Alberto II de Mónaco recibió el cariño de sus súbditos, que lo aclamaron con vivas, hurras y agitando banderas rojas y blancas, al terminar ayer los tres días de ceremonias de su entronización.

Concluidos los actos oficiales de entronización en la explanada del palacio de Mónaco -el reemplazo del estandarte de Rainiero por el de Alberto, un monograma con una doble A, los honores rendidos por la compañía de Carabineros del Príncipe al nuevo soberano y un desfile militar-, la multitud, que había permanecido en la parte de la plaza más alejada del palacio para presenciarlos, avanzó hasta el pie del edificio.

Alberto, que vestía por vez primera para la ocasión el uniforme de príncipe, inspirado en el de comandante de los carabineros y diseñado según sus propias indicaciones, saludó desde uno de los balcones del palacio, primero solo, luego acompañado por sus dos hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, la primera ataviada con un traje sastre violeta, la segunda con traje beige y verde almendra con flecos en los puños.

Las ceremonias comenzaron con una solemne misa pontificia en presencia de 16 delegaciones extranjeras. Alberto II asistió al oficio al lado del altar mayor, acompañado de Estefanía, a su izquierda, y Carolina, a su derecha. Durante la celebración se vio a las dos princesas derramar algunas lágrimas de emoción. Junto a ellas, se encontraban la princesa Antonieta, hermana de Rainiero, y el príncipe Ernesto de Hannover, esposo de Carolina. Al otro lado del altar estaban situados los hijos de la princesa Carolina, Andrea, Pierre y Carlota Casiraghi, ellos de traje oscuro, ella toda de blanco, con trajecito sastre y sombrero. En la catedral, decorada con una multitud de lirios blancos y rosas rojas, los colores de la bandera monegasca, se encontraban los invitados extranjeros, entre los cuales la princesa Victoria de Suecia, el príncipe Haakon de Noruega y el gran duque heredero Guillermo de Luxemburgo, el príncipe Eduardo de Inglaterra y su esposa Sophie Rhys-Jones, y el príncipe Joaquín de Dinamarca.

Ningún miembro de la familia real española asistió a la ceremonia del principado a causa de las declaraciones contrarias a la candidatura olímpica de Madrid realizadas por Alberto de Mónaco en las que cuestionó la seguridad de la capital tras sufrir un atentado de ETA en el recinto olímpico.