Las muñecas han sido uno de los principales juguetes de las niñas.
A lo largo de estos últimos siglos, estas figuras han experimentado
una evolución muy significativa y en consonancia con los problemas
sociales del momento. El Museo de Muñecas de Palma, ubicado en la
calle Palau Reial, ofrece un amplio repaso por las más antiguas y
relevantes.
Hasta el siglo XVII, la muñeca no aparece como objeto
diferenciado, sino que se integra formando parte de belenes o
escenas religiosas. A partir de este siglo, se fabrican modelos
articulados de cera. Con la entrada del siglo XVIII se comienza a
utilizar el papel maché y a principios del XIX se produce un cambio
trascendental en la evolución de las muñecas; el uso de la
porcelana de China en su fabricación contribuye a extender estos
juguetes. Entre 1870 y 1930, tiene lugar la Edad de Oro de las
muñecas.
En 1940, en España hay un cambio decisivo en este campo gracias
a la aparición de Mariquita Pérez, una muñeca realizada
artesanalmente destinada a la clase alta, que experimentó distintos
cambios hasta el cierre de la fábrica en 1970. Al principio estaban
un poco regordetas y después se fueron adelgazando; primero se
realiza en papel maché, después en celuloide y plástico. Desde hace
unos cuatro años se vuelven a fabricar, pero en vinilo.
Las Barbies son otras de las muñecas que se han ido adaptando a
los tiempos. Se inspiraron en la primera muñeca sexy, que recibía
el nombre de Lili.
La directora del museo, Alicia García Germán, asegura que, en
las muñecas, «ya estaba todo inventado». Aunque ahora parecen ser
el último grito, antes ya había muñecas que andaban, sacaban la
lengua e incluso decían mamá. Las de ahora siguen estos cánones
pero de una manera mucho más modernizada.
Para la mayoría de mujeres, la muñeca ha marcado su infancia y
muchas de ellas la guardan con cariño; por ejemplo, Catalina Cirer,
alcaldesa de Palma, guarda como oro en paño la muñeca que le
regalaron a finales de los años 60.
Rosa Estaràs, vicepresidenta del Govern, jugaba con varias
muñecas que aún conserva. Mabel Cabrer, consellera de Obres
Públiques, no guarda ninguna muñeca porque no le gustaban, pero por
el contrario conserva el «comediscos». La escritora Maria de la Pau
Janer les ponía nombre a todas, «Aixa» es una de sus
preferidas.
Sabina Andreu, miss Balears 2000, guarda la muñeca trompetista
del ejército que le regaló su tío.
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