A bordo del avión que le trajo a Brasil, el Pontífice dijo haber estudiado bien la historia de Brasil, un país con 155 millones de católicos, y cómo ha evolucionado la fe católica, «que fue perseguida a finales del siglo XIX por fuerzas neoliberales».
Además de manifestar su interés por «las culturas indígenas», Benedicto XVI se mostró contento por visitar Latinoamérica, una región que acoge a casi la mitad de los católicos del mundo, y expresó su deseo de que se convierta «en un continente ejemplar donde se resuelvan los grandes problemas de la humanidad».
Al responder sobre algunos de los problemas que atenazan a la región, contestó que «el problema de la droga nace por la falta de esperanza en el futuro», y que ante la violencia, «los católicos pueden ayudar a erradicarla». Asimismo, se mostró muy preocupado por el avance de «las sectas» en América Latina, ya que «significa que existe una sed de Dios» y explicó que la Iglesia tiene que ofrecer un camino a estas personas.
Benedicto XVI afirmó a los periodistas que viajan con él que la misión de la Iglesia y de los católicos es «ofrecer su testimonio para todos juntos encontrar el camino que ofrezca unas condiciones de vida más justas a estas personas».
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