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Admirados por muchos compañeros y respetados por los pacientes, los médicos rurales trabajan hoy con horarios, menos aislados gracias a los ordenadores, pero sin recursos técnicos suficientes para algunos diagnósticos. Un esfuerzo básicamente recompensado por la confianza del enfermo.

De los casi 90.000 facultativos de Atención Primaria que hay en España, unos 20.000 ejercen en poblaciones de menos de 15.000 habitantes en condiciones distintas según la comunidad, orografía, dispersión. Sin embargo, tienen dos problemas comunes: la falta de médicos y la utilización desigual de medios tecnológicos, según explicó Josep Fumadó, vocal de Medicina Rural de la Organización Médica Colegial (OMC).

La medicina rural ha saltado a la televisión con la serie 'Doctor Mateo' de Antena 3, que recrea la vida de un cirujano que llega desde Nueva York al pueblo de su infancia para ejercer su profesión. En la vida real, en Lastres (la localidad asturiana donde se ha rodado), el consultorio es tan pequeño que a veces los vecinos tienen que esperar en la calle. Otras veces surge una urgencia y el médico, Guillermo Fernández, debe interrumpir la consulta para coger el coche y hacer la visita. Para algunas pruebas, los enfermos han de desplazarse al hospital de Arriondas o de Gijón y pagar 50 ó 60 euros de taxi. Si tienen que ir varios días, «para los pensionistas es sangrante», explicó el citado médico rural, con más de 20 años de ejercicio en municipios asturianos y unos 50 pacientes diarios, entre Lastres y Colunga.

Se trata de situaciones comunes en municipios pequeños, donde los profesionales afrontan la falta de personal y de medios con resolución: atienden varios pueblos, asisten a niños, ancianos, traumatismos, infartos, urgencias, etc.

Lo gratificante, indica Guillermo Fernández, es «ayudar a las personas en el día a día. Además de problemas médicos, hay que atender problemas sociales».

Hasta hace pocos años el médico rural estaba disponible las 24 horas del día. Ahora tienen horarios, libertad para elegir dónde residen, y la asistencia se organiza en consultorios y centros de atención continuada, con apoyo de ambulancias o UVI móviles. Los facultativos de la zona se reparten las urgencias y las guardias, problemáticas por el exceso de trabajo y, junto con los salarios, caballo de batalla del colectivo.

La creación de estos equipos «rompió el aislamiento. Antes cada uno estaba en su lugar de trabajo y lo llevaba como le habían enseñado en los hospitales», manifestó Guillermo Fernández. «Hoy atendemos más protocolos, medicina preventiva, tenemos acceso con el ordenador a pruebas de imagen y de laboratorio. Descubres enfermedades tempranas y se salvan más vidas».

En pueblos de montaña la soledad sigue siendo compañera, pero cada vez menos, gracias a internet y la asistencia de medios técnicos, incluso helicópteros, para zonas aisladas.