En dimensiones le siguió el Ocean Victory, otro monstruo del lujo privado en el mar, perteneciente a Victor Rashnikov, un magnate de la metalurgia y la minería. El tercer concurrente fue el Palladium, de Mikhail Prokhorov, también dedicado a grandes empresas metalúrgicas y de nanotecnología.
El Yas mide nada menos que 141 metros de eslora, y fue construido por los astilleros ADM Shipyards de Abu Dhabi en 2015. Está clasificado como el octavo yate más grande del mundo. Curiosamente, se tomaron las líneas del casco de una fragata de guerra holandesa, pero confiriendo a la superestructura las formas inspiradas en un delfín. Entre sus facetas destacan algunos gadgets propios de un buque de ciencia ficción, como una plataforma automática a popa. También cuenta con piscina exterior y spa, helipuerto, un garaje para deportes acuáticos y un muy sofisticado sistema de entretenimiento audiovisual. Sus lujosos alojamientos tienen capacidad para albergar a 60 invitados.
Por lo que concierne al Ocean Victory, se trata de otro gigante de 140 metros construido en Italia por Fincantieri en 2014, a cargo de Espen Oeino y Alberto Pinto. Con siete cubiertas y seis piscinas, aloja una embarcación de 14 metros que utiliza para desembarcar a tierra mediante un dique inundable.
El otro yate concurrente, el también muy vanguardista Palladium, fue construido en 2010 por los históricos astilleros alemanes Blohm&Voss, mide 96 metros y sus líneas se deben a un diseño de Michael Leach. Sus alojamientos están concebidos para 16 invitados atendidos por 24 tripulantes.
Antaño, entre los años 60 y 90, la elitista lista de yates más grandes del mundo apenas experimentaba cambios apreciables. Y los armadores que la encabezaban eran siempre los jeques árabes y algunos reyes europeos. Este panorama se ha visto alterado por completo, especialmente a partir de los últimos diez años.
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