Más de 500 niños participaron este domingo en la Trobada d'Esplais. | Pilar Pellicer

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Son Ferriol ha celebrado este domingo la Trobada d’Esplais MCECC-GDEM, con alrededor de 500 niños y niñas de los diferentes clubs d’esplai de la Isla, que aunque no estuvieron todos, sí la mayoría.

La jornada, organizada por el Club d’Esplai Xiroi (cumple 25 años), arrancó con un pasacalles en el que participaron los miembros de todos los esplais, junto con sus monitores, amenizado por una batukada. Abriendo el cortejo iban en Bolleta, que es la mascota de los esplais, en Xiroi y en Malthoven y, entre la muchachada, otros cuatro personajes que mucho tendrían que ver en este encuentro: Splaikira, Elvis Esplailey, Splaitina Turner y Bob Spailey, representantes de la música pop, rock, disco y reggae que, además de ser los grandes dinamizadores de esta trobada, se metieron todos muy bien metidos en sus papeles de Shakira, Elvis, Tina Turner y Bob Marley, tanto en la pose como en la forma de expresarse.

La historia
Como todas las trobadas tienen una historia, la de Son Ferriol no iba a ser la excepción. Y fue la siguiente: en Bolleta, la mascota de los esplais del GDEM, manifiesta que tiene un problema, según contó: había escrito una canción para cantarla en homenaje a todos los niños y niñas asistentes pero, al ir a ensayarla, notó que había perdido la letra, en lo que algo tuvo que ver Malthoven, enemigo de la música moderna. Ante tal e inesperada contrariedad, entre todos deciden recuperar esa letra, para lo cual se distribuyen en cuatro grupos, de acuerdo a las edades, distinguiéndose los unos de otros por el color de las camisetas. Así, unos se van con Spaikira, otros con Elvis Esplailey, otros con Splaitina Truner, y otros con Bob Splailey. Van a tratar de recomponer –que lo consigue al final– la letra y, de paso, a disfrutar de un par de horas que dedican a realizar divertidos juegos en una zona verde de las afueras de Son Ferriol, o como los más pequeños, a construir unas maracas.

Sobre las tres de la tarde regresaron todos a la plaza, con la canción rehecha, que cantaron juntos, lo cual colmó de felicidad a Bolleta y emocionó a Malthoven, que terminó aceptando la música moderna. Es una historia inesperada en su comienzo, divertida y, sobre todo, participativa, pues los juegos son muchos en los que intervienen todos, y con final feliz, pues se consigue resolver el problema, que no es otro que el de recomponer la canción y cantarla todos juntos.