Un plato de sopa humeante calienta el cuerpo los días de frío. | Pixabay

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Los días de frío nada apetece más que tomarse un plato de cuchara bien caliente. Consomés, cremas o potajes, la variedad de sopas es infinita al ser un plato habitual en prácticamente todos los países del mundo. Su origen se remonta al descubrimiento del fuego, cuando los primeros pobladores descubrieron que el agua en contacto con el calor ablandaba las hierbas que recolectaban, al tiempo que daba sabor. Antiguamente la sopa se tomaba incluso para desayunar. Sencilla de elaborar, se dejaban cocer los ingredientes en la lumbre mientras se realizaban otros quehaceres de la casa o el campo. A la hora de sentarse a la mesa se le añadía pan para llenar el estómago hambriento. El mejor ejemplo lo tenemos en el sencillo pancuit de Mallorca, equivalente isleño de la sopa de ajo castellana o el aigo boulido provenzal.

Con más enjundia están potajes o cuinat y cocidos. El primero de ellos está elaborado a base de verduras y legumbres. Muy popular en Europa y América del sur. En España son tradicionales los de vigilia. El cocido o bollit por su parte, además de verduras y legumbres, lleva carnes y embutidos. Se suele servir en ?vuelcos? de olla, dependiendo del número de ingredientes.

El francés Antonin Carême (1784-1833), decía que el cocido «es el alimento más sustancial» de la clase obrera. En la actualidad ha dejado de ser plato económico para convertirse en festivo y el tiempo que lleva elaborarlo ha propiciado que aparezca en la carta de algunos restaurantes. Otro plato de cuchara son las cremas, ahora muy de moda y que llenan los lineales de los supermercados.