Patricia escribe un relato lleno de sentimiento que plasma como aún se dirige a Gabriel contándole sus cosas y todo el amor que recibe a diario por parte de muchas personas de muchos lugares que empatizan con ella y su terrible pérdida.
«Suena Rosarillo, la escucho y de repente a mi cabeza se me viene confesarte que sé que tengo que vivir con tus recuerdos… Pero hay una parte de mí que espera volver a verte, escucharte, sentirte… más allá, en un milagro. ¡Dios! Cómo me gustaría creer en los milagros y vivirte un minuto, solo un minuto más».
«Si sueño con ello, pienso que me quedaría observándote atónita». «Si sigo soñando se me viene tu carita y ojos tiernos, a la vez que te me acercas pidiéndome mimitos, dejando aflorar tu ternura y limpieza».
Después reproduce un diálogo con el niño, como suena en su cabeza «el sueño de un minuto que hoy hemos tenido. Esos son mis sueños contigo mi amor, y es por ello que intento escribirte y hablarte a diario, para que alguna vez sean tan reales que nos hagan sentirnos inmortales».
«Quiero decirte que sigo protegiéndote, a ti y a tu sonrisa eterna, a tus principios, a tus valores, a tu alegría en tu forma de vivir. Lo hago de diferentes maneras, cuidándome para estar fuerte y poder seguir andando con el arrojo necesario».
Hacia el final Patricia hace una clara referencia a la asesina de su hijo: «Sé que te alegrará saber que, junto a papá, nos estamos encargando de que no se mencione a la bruja mala y haremos todo lo posible porque no pueda hacer daño nunca más».
«Me gustaría dejarte tranquilito y asegurarte que tu mami no va a permitir que se te pueda ver feo, no te lo mereces y hay bellísimas personas que nos están ayudando y no lo van a permitir. No estoy sola, mi niño, hay mucha gente buena que nos ayuda».
«Queda tranquilo y descansa. Está todo bien y mañana será un buen día, mi niño. Nos vemos en nuestros sueños», finaliza la emocionante carta.
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