Alrededor de un centenar de personas se reunieron en sa Possessió para celebrar una divertida guerra de agua. En lugar de espadas y escudos, las armas de los asistentes fueron pistolas de agua, con las que se dispararon sin piedad. Muchos de ellos fueron disfrazados de moros, cristianos, y también de algún romano al que se le había roto la máquina del tiempo.
La fiesta comenzó alrededor de la una de la tarde, y las primeras cargas no fueron de agua, sino de cerveza. A medida que el ambiente se fue animando, las pistolas dejaron de ser suficiente y los asistentes pasaron a la artillería pesada: con cubos de agua como morteros y mangueras como ametralladoras nadie se salvó de irse bien mojado a casa.
Sobre las tres de la tarde el público se reunió en el patio de sa Possessió, donde se dividió en dos grupos. Al frente de cada uno de los grupos estaban Kike Mongay y Pedro Orell, de la compañía Teatre de Cendra, que, disfrazados uno de moro y otro de cristiano, alentaban a sus respectivos ejércitos acuáticos para la batalla.
Después de leer una comunicado en el que explicaban los motivos del conflicto, la batalla comenzó, y los ejércitos se fueron disipando y confundiendo entre sí hasta que el fuego amigo se convirtió en lo más habitual.
Los asistentes pudieron comer algo en un foodtruck situado en el exterior del recinto y varios DJs pincharon su música amenizando la fiesta, que acabó alrededor de las seis de la tarde.
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