Michelle, de espaldas y con blusa de tirantes azul, descansó en la popa durante toda la travesía por las aguas del norte de Mallorca, disfrutando de la charla con los anfitriones del ‘Gladiator’. | Joan Lladó

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Michelle Obama se marchó de Mallorca como llegó: sin avisar. Lo hizo a las dos de la madrugada de este sábado, bajo la oscuridad. Pero durante todo el viernes, su cuarto día de estancia en la Isla, la mujer del expresidente Barack Obama quiso volver a navegar por las aguas de Mallorca en la impresionante embarcación Gladiator, en la que ya había surcado las aguas de Calvià y Andratx la jornada anterior.

A bordo, la ex primera dama de EEUU había encontrado, además de todo tipo de comodidades, el relax y la tranquilidad que quizás estaba buscando en su breve escapada, por segundo verano consecutivo, a Mallorca, invitada por su amigo el exembajador en España de Estados Unidos James Costos. Lo cierto es que Michelle Obama y toda su comitiva de seguridad salían, el viernes, de la finca de Ses Planes, en Esporles, a las 11 de la mañana en dirección a Palma, para coger la autopista de Inca y llegar al Port d’Alcúdia, donde la Policía Nacional cortó el acceso a los tres periodistas que los seguíamos para que Michelle Obama se subiera a una lancha sin que pudiera tomársele ninguna foto.

En Formentor fondeaba el Gladiator, donde la esperaba su propietario, el magnate Eric Schmidt. Navegaron lentamente, sin escalas, durante toda la jornada y fondearon en sa Calobra para disfrutar de la puesta de sol. A Obama, quien estuvo todo el tiempo en la popa del yate, se la vio relajada y disfrutando de las vistas y la buena compañía.

Hasta el próximo verano

Al anochecer, Michelle se desplazó hasta el Port de Sóller en una lancha neumática y desde allí toda la comitiva se fue a cenar al restaurante El Olivo, del hotel La Residencia. A las dos de la madrugada, su avión privado despegaba de Son Sant Joan.