Julio Pérez, David Quiñonero, Antoni Mir y Ernesto Robledo, en el Motorcity. | Click

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La escritora Joyce Carol Oates decía que la vida «es como el boxeo en muchos e incómodos sentidos. Pero el boxeo solo se parece al boxeo». La vida de Antoni Mir, 1.93 metros y 105 kilos de peso, transcurre en las oficinas del Grupo Cap Vermell. Ernesto Robledo, 1.85 y 89 kilos, es propietario del restaurante de es Baluard y de la Piccola Italia. Con 1.78 metros y 68 kilos, Julio Pérez dirige una cadena hotelera. Las vidas de estos tres ejecutivos afincados en Mallorca se cruzaron en un antiguo local de la calle San Joaquín de Palma. Allí, en el gimnasio Motorcity, toman clases de boxeo bajo las órdenes del entrenador David Quiñonero.

«No hay boxeador que actúe como un hombre ‘normal' cuando está en el ring, y no hay combinación de golpes que sea ‘natural'. Todo es estilo», escribe Carol Oates en el ensayo Del boxeo. Antoni Mir, que empezó a boxear hace cinco años, entrena dos veces por semana. «Desde el primer momento que vine a Motorcity me encantó el ambiente que se respira en el gimnasio con los compañeros y el equipo técnico: David Quiñonero, Umar y José Luis Lechón. El boxeo es un refugio que me sirve como válvula de descompresión del estrés laboral. Me ha ayudado tanto en el trabajo como en la vida en general. Es un deporte más mental que físico».

Quiñonero, excampeón mundial Plata del Consejo (WBC), explica que con los directivos los inicios «hay que llevarlos con un poco más de cuidado porque normalmente no se deben ir marcados a casa. Luego se envenenan casi tanto como el resto de aficionados. Ahora hay cascos con protección integral y buenísimos materiales para proteger las manos. El riesgo de lesiones es mínimo».

Julio Pérez, de 43 años, nació en Cuenca pero vive en Mallorca desde los 9. Intenta acudir a las veladas que se organizan en la Isla y por su cabeza ya ha rondado la posibilidad de competir. «Me gustan mucho los estilos de Jorge Linares y Jon Fernández», dice. Entre su trabajo y el pugilismo encuentra alguna que otra similitud. «Con esfuerzo y perseverancia se alcanzan las metas». El noble arte de las 16 cuerdas le ayuda a superarse y a noquear el estrés.

Cuando Ernesto Robledo, de 50 años, comenta que practica boxeo «la gente se sorprende». Hace dos años que este madrileño sucumbió al único deporte al que no se juega. «Me aporta lucha, respeto, constancia y sacrificio». El deporte al que aspiran todos los demás deportes, como decía George Foreman, excampeón mundial de los pesos pesados, no entiende de clases sociales y tiene cada vez más adeptos.